Quantcast
Channel: Alicante Vivo
Viewing all 340 articles
Browse latest View live

EL PLAN DE PARTICIPACIÓN PÚBLICA

$
0
0
Ya tenemos a nuestra disposición en la página web municipal el Plan de Participación Pública (cuyo título completo podéis ver bajo) en ESTE ENLACE para que todos los ciudadanos de Alicante podamos emitir nuestra opinión sobre un tema tan importante en el futuro de nuestra ciudad. Seguramente habrá más artículos sobre el tema, pero de momento os dejamos unos planos que están en dicha página:
Página inicial de la encuesta.

 Plano general de la zona
Plano concreto de la actuación.
 
Publicado conjuntamente con Alacantí de profit


TABARCA. UTOPÍA Y REALIDAD (Revista Canelobre n.º 60)

$
0
0

El jueves 13 de diciembre de 2012, fue presentado, multitudinariamente, el número 60 de la Revista Canelobre, que edita el Instituto Alicantino de Cultura "Juan Gil-Albert", con el título TABARCA. UTOPÍA Y REALIDAD, en su sede de la Casa Bardín. En él, he tenido la suerte y el placer de participar con el artículo La almadraba de Tabarca: un medio de vida entre la historia y la leyenda.



Esta publicación, coordinada por José Manuel Pérez Burgos, Director del Museo Nueva Tabarca,Licenciado en Geografía e Historia y especializado en Prehistoria y Arqueología, pretende convertirse en un referente multidisciplinar sobre Nueva Tabarca, su historia, arqueología, geografía, biología, protagonismo en cine y literatura, sus habitantes y su forma de vida, tradiciones, arquitectura, gastronomía, fondos fotográficos...


Incluye más de 450 páginas de artículos originales y documentación gráfica inédita, la reproducción en gran formato de un plano detallado de los fondos de la Reserva Marina, un encarte de fotografías antiguas de la isla, y una copia en DVD de la película Tabarka,de Domingo Rodes, basada en la conocida novela del escritor alicantino Miguel Signes.

Presentación del n.º 60 de la Revista Canelobre: "Tabarca. Utopía y Realidad"

Índice General de la obra:

GEOGRAFÍA DE UN ENCLAVE SINGULAR
 
Juan Antonio Marco Molina:
Aspectos geográficos del entorno físico: morfología de la costa de Nueva Tabarca. 
 
Gregorio Canales Martínez y Remedios Muñoz Hernández:
Nuevas poblaciones en el sur alicantino. La intervención de la Iglesia en la consolidación de núcleos vecinales, siglo XVIII.

LA CONSTRUCCIÓN DE UNA UTOPÍA 

José Manuel Pérez Burgos:
El sueño de Nueva Tabarca. Un anhelo utópico entre el deseo y la realidad. 
 
Emilio Soler Pascual:
Poblaciones idealizadas y viajeros en la España del XVIII. El caso de Nueva Tabarca.

Enrique Giménez López:
Nueva Tabarca. El lado oscuro del optimismo.

Susana Llorens Ortuño, Santiago Linares Albert y Agustín Medina Ramos:
Fuentes documentales para el conocimiento histórico de Nueva Tabarca.

Marius Beviá y Jaime Giner Martínez:
"Nunc Minerva postea Palas": la ciudad de Nueva Tabarca.

Andrés Martínez Medina:
Los secretos de las piedras: el proceso de intervenciones en la iglesia de Nueva Tabarca.

ACERVO ETNOGRÁFICO TABARQUINO 
 
José Luis González Arpide:
Costumbres y tradiciones de Nueva Tabarca.

Armando Parodi Arróniz:
La almadraba de Tabarca: un medio de vida entre la historia y la leyenda.

Aitor Forcada:
La pesca artesanal en Nueva Tabarca: una alternativa sostenible.

Ángel Arturo Lozano Quijada:
Entre el mar y el cielo. El tercer hito de El Campo: una propuesta contra el olvido.

Francesc Xavier Llorca Ibi:
La llengua tabarquina: de Gènova a Alacant.

José María Vives Ramiro:
La música de tradición oral en la Isla de Nueva Tabarca.

Antonio Ruso:
Pescadores tabarquinos en el Larache, una travesía más allá del Mediterráneo.
 
Fragmento de la Carta Geomarina "Tabarca Insulae",
original de Felio Lozano, incluida como anexo a la obra

EMPÍREO NATURAL Y PARADIGMA DEL PATRIMONIO INTEGRAL 

Alfonso A. Ramos Esplá:
La Reserva Marina de la Isla de Tabarca, una realidad después de un sueño. 
 
Felio Lozano Quijada:
Eunice "La Victoriosa" y el fabuloso viaje submarino de Nueva Tabarca y su Reserva Marina. Reino de Escila, Sueño de Proteo. 
 
Santiago V. Jiménez Gutiérrez:
Especies marinas de alto valor ecológico en Nueva Tabarca: "Posidonia oceanica" y "Pinna nobilis". 
 
Roque Belenguer Barrionuevo:
El ecosistema terrestre tabarquino: avatares e incertidumbre. 
 
Germán M. López Iborra, Antonio Bañuls Patiño y Antonio Zaragozí Llenes:
La migración primaveral de aves en Nueva Tabarca: resultados de cuatro años de proyecto "Piccole isole". 
 
Monique Longerstay:
Legado inmaterial de la aventura histórica de los "tabarchinis". Balance y perspectivas. 
 
Luis Pablo Martínez Sanmartín:
El patrimonio como proceso social. Acerca de la Isla de Nueva Tabarca.

Alfonso Sánchez y Celia Gosálbez:
Nueva Tabarca como recurso educativo. La Educación Ambiental: una "explotación" pedagógica de la naturaleza.

Ricardo Matas Pita:
Nueva Tabarca: un plató cinematográfico anclado en el Mediterráneo.

José Benito Ruiz:
Luces en Nueva Tabarca: la isla en imágenes.

DVD con la película Tabarka, de Domingo Rodes,
basada en la novela Tabarca,de Miguel Signes, que se incluye anexo a la obra

ANEXOS
 

NUEVE CALAS LITERARIAS EN NUEVA TABARCA Y UNA NOTA CERVANTINA.
Un apéndice literario a cargo de Carmen Alemany, Ricardo Matas y Armando Parodi.

TRADICIONES GASTRONÓMICAS TABARQUINAS.
Un apéndice gastronómico a cargo de José Luis González Arpide y Antonio Ruso.
 
LA ESENCIA DE L'ILLA.
Un recorrido por l'Illa en imágenes del siglo XX.
 
PLANO CARTA GEOMARINA "TABARCA INSULAE".
A cargo de Felio Lozano.
 
TABARKA (1996).
Una película de Domingo Rodes.


Dossier de prensa:

Diario Información, 14 de diciembre de 2012: "Canelobre" da luz a los aspectos menos conocidos de Tabarca
elperiodic.com, 14 de diciembre de 2012: El número 60 de la revista Canelobre del Instituto Gil-Albert dedica un monográfico a la Isla de Tabarca

ENRIQUE CUTILLAS BERNAL, HIJO PREDILECTO DE ALICANTE

$
0
0

Palabras de agradecimiento con motivo de la entrega de la distinción honorífica de Título de Hijo Predilecto de Alicante, a D. Enrique Cutillas Bernal en el Pleno Extraordinario del 13 de diciembre de 2012. 


Sra. Alcaldesa y Concejales en pleno del Excmo. Ayuntamiento de Alicante, Autoridades, queridos amigos y paisanos. Buenos días a todos. 

Me corresponde, en nombre de mi madre y mío, dar las gracias en este Pleno Extraordinario por la entrega del Título de Hijo Predilecto de Alicante a mi padre, Enrique Cutillas Bernal . Distinción que nos honra profundamente. 

Como orgulloso hijo y alicantino, el solo hecho de hablar de mi padre ya resulta un honor en sí mismo. He preparado estas líneas tratando de emular, si quiera sea en las formas, el rito que vuestro hijo predilecto seguía al escribir. Sobre cuartillas, manuscrito con sus bolígrafos favoritos, y esquematizando las ideas que nacían en sus fichas. Ritual que espero, nos acerque hoy a él. 

Y permítanme seguir más con la expresión acelerada, y el nudo de la emoción por esta distinción. A sabiendas de lo injusto que resultaría, en un acto en torno a los cinco insignes paisanos que nos reúnen, terminar aquí sin más el agradecimiento. Porque –y hablo ya de mi padre– nunca lo vi rellenar sus trabajos sino vaciarse de cariño en ellos. Sean cuales fueran. 

Hace 15 años, un poco más, el 26 de febrero de 1997, ese mismo espacio, solemne, el salón azul, acogía la presentación de un libro. Este libro, el primero que se publicaba de mi padre, se titulaba “El monasterio de la Santa Faz: El patronato de la Ciudad: 1518-1804” 

Casi nada, alicantinos. ¡La Santa Faz! Porque Enrique Cutillas es cronista, Enrique Cutillas es articulista y Enrique Cutillas, ahora, es hijo predilecto. Pero antes que todo esto, Enrique Cutillas es Santa Faz y Alicante ha de reivindicarlo. Nada que ver con la magia o la autenticidad de la reliquia, sino con algo más real y palpable, objeto de codicia de las élites sociales: el fervor que mueve a los alicantinos hasta su más importante centro de religiosidad. 

Aquel día de 1997, mi madre y yo asistíamos, silentes, a esta puesta de largo. Y apenas, se lo aseguro, podíamos vislumbrar las satisfacciones que recibiríamos del historiador. Hoy somos nosotros quienes recibimos en su derecho el foco de atención. En el mismo lugar y ya con una idea más formada del alcance de quien a la postre sería Cronista Municipal. 

El homenaje que a título póstumo hoy le brinda la Ciudad culmina el que ya le dedicaron antes, con el mérito del pionero, otras ilustres instituciones locales, como la Universidad de Alicante, el Real Liceo Casino, el Ateneo Científico y Literario y sobre todo, prueba de su reconocimiento popular, callados actores de la Ciudad como son cofradías de Semana Santa, hogueras y barracas. 

Llegados a este punto quiero revelar que fue, muy cerca de aquí, en las dependencias que ocupaba el viejo archivo municipal, en los bajos del edificio consistorial en el que ahora estamos, donde descubrí por vez primera qué era esa investigación en que mi padre ocupaba su tiempo. El papel viejo, con olor y tacto característico que bien respetan quienes beben estas fuentes. Sin duda me considero un testigo privilegiado de ello y me da cierta libertad para aseverar que, apreciados asistentes, puede haber eruditos y entendidos, pero no dejan de ser habilidosos diletantes de la historia leída en papel satinado, rústica y las más veces, lugares comunes. Pero para investigar la Historia, para ser cronista de verdad, no vale el nombramiento de un pleno municipal. Ni siquiera te hace falta. Has de optar por descender, agarrado al pasamano de los legajos, hacia un destino conservado en los archivos y al que llegas para cuestionarlo. Y esto, hacerlo un día tras otro, año tras año.

Así se lo tomaba mi padre, no me cabe duda. Con una peculiar combinación de responsabilidad e ironía, ya fuera para llamar la atención por antiguas dejaciones municipales que ocuparon antes esos asientos, ya fuera para alertar a actuales corporaciones, como en el ameno estudio que Cutillas Bernal nos dejó sobre la geografía urbana del Plà del Bon Repós de 1940 a 1990. Ahora, a la vista de los honores que tributa la Ciudad en la que escogió quedarse a vivir el autor, y siempre que Cultura, Sr. Miguel Valor, me brinde la ocasión, me veo placenteramente obligado a pedir, para Alicante, la recuperación pública de este primigenio trabajo de su hijo predilecto. 

Por lo dicho anteriormente, la obra de investigación que ha dejado mi padre, la más severa, la de más difícil comprensión, ha de trascender a la escrita en su condición de cronista municipal, cargo que ocupó los tres últimos años de su vida. Lamentablemente, como Cronista de este Ayuntamiento, mi padre no pudo asistir a la presentación de ninguno de los tres libros que nos legó sobre su visión de setenta y cinco años del siglo XX. 

En efecto, y para terminar, desde donde empezaba, sus tres libros sobre la Santa Faz acicalaban el contenido de la que había sido la tesis doctoral de Cutillas Bernal. Sobre el monasterio de las Clarisas, su fundación municipal hace más de 500 años, el trato y dejación que impartieron gobernadores y corporaciones de todos los colores, la vida cotidiana de las monjas, las encomiendas de los alicantinos ante la muerte y en fin, cómo fue arrebatada la propiedad del monasterio por la diócesis hace algo más de 30 años. 

En medio de todo ello, casi medio millar de artículos, muchos de ámbito históricocientífico, pues no en vano el doctor Enrique Cutillas Bernal tuvo merecido predicamento por su rigor entre la comunidad universitaria, donde el tema del monasterio verónico se mostró en foros nacionales. Pero sobre todo, por centenares de artículos de prensa que en apenas 10 años, publicó en el Diario Información de Alicante, dotándole, no me cabe duda, del predicamento popular que es la causa de que, muchos de ustedes estén hoy aquí. 

Etimológicamente historiador viene de histor, que en el griego clásico pudiera traducirse como 'el que ve', y hoy 13 de diciembre se celebra Santa Lucía, la patrona de la vista. Desde luego, aún con mi gesto adusto por la responsabilidad de mostrarme sinceramente honrado, evoco el rostro de mi padre, y sé que, con mucho más sentido del humor recibiría él este honor que hoy le conceden. 

Muchas gracias. 

ENRIQUE CUTILLAS IGLESIAS

EL AMANECER DE LA EDAD MODERNA EN ALICANTE (PARTE 2)

$
0
0

Las claves del éxito alicantino. 

A fines del XV la presencia de mercaderes forasteros y la circulación de monedas aragonesas y castellanas representaron los nuevos bríos alicantinos. Aunque las circunstancias reales pudieron reducir el alcance de sus teóricos beneficios, ciertos privilegios reales simbolizaron muy bien el éxito local.

La enunciación de motivos dada por el Rey Católico en la concesión del título de ciudad (1490) presenta un gran interés para el historiador. La conjugación de una buena ensenada y de un muelle insigne, la congregación de mercaderes, agricultores, artífices y mecánicos, y la presencia de hombres de armas que custodiaran la cosa pública aportaron unos méritos dignos de reconocimiento por la realeza. Se dibujó una comunidad no exenta de idealismo. Gracias a ello sabemos cómo se valoraba el éxito en aquel tiempo. Otra cosa es explicar cómo se llegó a este punto. 

 Título de Ciudad para Alicante (AMA)

Desde el siglo XII la conexión entre producción agrícola y comercio resultó indiscutible. Así lo expuso Al-Idrisi con gran claridad. Los conquistadores cristianos intentaron mantenerla con fuerza, pero el debilitamiento de la población musulmana reducida a un mudejarismo cada vez más marginal, la profunda crisis bajomedieval y los durísimos enfrentamientos entre castellanos y aragoneses a lo largo de más de cien años de conflictos (1254-1375) la perjudicaron gravemente. En la segunda mitad del XIV Alicante vivió horas bajas. La exportación de alguno de los más característicos frutos de nuestra tierra resultó de gran ayuda. En 1374 el infante don Juan de Aragón permitió la venta a precio libre en los dominios reales de la buena cosecha de higos para conseguir grano y otras utilidades. El crecimiento y la ampliación de la red de intercambios locales del Reino de Valencia favoreció esta orientación alicantina. Desde las Montañas y desde el Valle del Vinalopó llegaron mercaderes y productos capaces de revalorizar la condición portuaria de Alicante en las rutas internacionales. El comercio de esclavos fortaleció esta posición. A mediados del siglo XV los litigios con la Bailía General del Reino nos informan del protagonismo alcanzado tras años de duro caminar.

Alicante, una nueva ciudad.

Las contribuciones prestadas por los alicantinos durante la campaña de la toma de Málaga en 1488 inclinaron a la realeza a aprobar nuevas gracias, dentro del esquema de contraprestaciones clásico de las sociedades estamentales.

El 26 de julio de 1490 Fernando el Católico concedió en Córdoba, en la fase final de la conquista de Granada, el título de ciudad a Alicante. Era una aspiración de la oligarquía local, deseosa de gozar del mismo título urbano que Orihuela. El caballero Jaume Pasqual y Joan Torró condujeron las negociaciones, felizmente culminadas. A diferencia de la villa, la ciudad era una comunidad urbana facultada para aplicar la alta justicia criminal en nombre del monarca.

La conmemoración de su quinto centenario, durante una época muy dada a este tipo de fastos, motivó la celebración de diversos actos y la publicación de diferentes obras. En ellos primó el tono de reconocimiento. Muy pocos adoptaron una actitud crítica, como Emili Rodriguez Bernabeu, que la consideró un acto de españolismo provinciano de imitación, dentro de la idiosincrasia de la “coentor” de la aristocracia del “bacallar”. La gigantesca figura histórica del Rey Católico servía a pedir de boca para la ocasión. No en vano una de nuestras más céntricas avenidas había sido bautizada con el nombre de Alfonso el Sabio.

Fernando el Católico fue una personalidad histórica de enorme relieve sin ningún género de dudas, pero no fue el artífice del nuevo Alicante. Su flamante título ciudadano no le granjeó una mayor superioridad real a comienzos del siglo XVI. A nuestro juicio su importancia reside más en el terreno de lo simbólico, como ya dijimos Mientras los privilegios de Alfonso X apuntaron una posibilidad de engrandecimiento, de difícil cumplimiento a lo largo de la Baja Edad Media, el título fernandino se fundamentó en un hecho cierto, el de la victoria de Alicante contra la adversidad que la podía haber reducido a la nada. El honor ciudadano lo expresó a la perfección. Los elogios del viajero germano Münzer en 1494, a despecho de su elevada atribución demográfica, no fueron gratuitos ni injustificados. 

La vertebración y variedad del territorio de Alicante.

Hacia 1247 los castellanos conquistaron a los musulmanes Laqant, un espacio ciudadano jerarquizado dotado de una serie de alquerías. Siguiendo usos de ordenación del territorio que se remontaban a los siglos X y XI, Alfonso X intentó crear aquí una Comunidad de Villa y Tierra. En tales comunidades el núcleo de cabecera controlaba de forma señorial al resto de puntos del término general o alfoz, susceptibles de distribuirse geográficamente por sexmos y de desarrollar instituciones particulares en los ejemplos más acabados. Ciertos autores han catalogado tal sistema de señorío terminiego. El rey sabio incorporó a este Alicante núcleos como Novelda y Aspe el Nuevo y el Viejo. Tales anexiones no arraigaron y Alicante no se transformó en la gran Comunidad de Villa y Tierra proyectada. La conquista aragonesa y la posterior incorporación al Reino de Valencia mantuvieron con otros matices la jerarquización del territorio urbano. La entonces villa de Alicante rigió en nombre del monarca una parte del Patrimonio Real, imponiendo su disciplina a sus núcleos subordinados o aldeas. La subordinación fue mal llevada por Nompot en la Baja Edad Media, que intentó deslindarse de Alicante bajo el nombre de Montfort.

Alicante, por ende, dispuso de un territorio diverso, abarcando las áreas más montuosas de Busot, Aguas y Barañes, las zonas de secano del Noroeste, el enclave montfortino del Vinalopó Medio, las fuentes periurbanas al poniente de la ciudad, y su emblemática Huerta. Desde mediados del siglo XV se constata un impulso remarcable.

En la Montfort de 1458 se intentó promocionar la comunidad islámica dentro de la tradicional política mudéjar valenciana. Se atrajo a musulmanes del Valle del Vinalopó (Sax, Crevillente, Aspe, Elda y Novelda), rentando beneficios al Real Patrimonio según su representanteTaher Alazarach. El valor medio de sus tierras pasó de 20 a 50 florines, creció la recaudación de las sisas, la construcción se animó, y se mejoró su castillo. Los mudéjares reclamaron la protección real a través del baile de la gobernación y la creación de una aljama dotada de cadí, dos jurados, zahatmedina y alamín-almotacén.

Los prohombres de Alicante y Orihuela acogieron mal el proyecto, opinando que sólo fortalecería a los forajidos mudéjares. El síndico alicantino Joan d´Artés propuso la instalación de sus mudéjares en otros lugares de la contribución, sin organizarse en aljama y pagando el tradicional besante de tres sueldos y cuatro dineros. Los musulmanes montfortinos habían denunciado que no se les permitiera cultivar sus heredades en el señorío de Novelda contrariando la práctica antigua del Reino. El rey Juan II no hizo mucho caso de las reticencias de Alicante y Orihuela. De 1458 a 1461 los fuegos de la morería subieron de 18 a 39. Entre 1475 y 1489 su número se estabilizó en 25, y en 1490 ascendió a 30. En este último año el lugar rindió 100 sueldos en concepto del besante de los moros, 82 de la aduana, 10 del molino harinero y 6 del horno de cocer pan. Aquí concurrieron los ganaderos de Albarracín y de las Montañas alicantinas, y comerciantes musulmanes de variadas procedencias (como la murciana Ricote), judíos y burgaleses, mercando con trigo, cebada, pasas, higos, cominos, canela, “batalafua”, ovejas y cabras. En 1493 obtuvo de Fernando el Católico el privilegio de insaculación como Alicante para evitar exclusiones y conflictos, y en 1510 alcanzó las 34 casas de moros y las 64 de cristianos.

El 21 de junio de 1482 el señor de Agost Joan Puig de Vallebrera estableció carta de poblamiento. Los cuatro cristianos y siete musulmanes mencionados en el documento se comprometieron a residir un mínimo de cinco años, disfrutando de heredades con balsa de agua (con posibilidad de deslindar posteriormente el agua de la posesión del terrazgo) y de la franquicia de los materiales de construcción de sus viviendas. Todos pagarían el diezmo eclesiástico pues se distribuyeron bienes de anteriores tenentes cristianos. Sus condiciones se encontraron entre la insistencia en las rentas más jurisdiccionales y las más territoriales, fruto de la heterogénea composición de sus gentes y de la potestad superior de Alicante. El señor dispuso del derecho de almazara y del simbólico de las dos gallinas y una carga de leña por hogar. En los gravámenes agrarios se distinguió entre el quinto tributado por los granos del secano y el cuarto de los productos del regadío. Olivos y algarrobos siempre pagarían la tercera parte de su fruto, y la higuera 6 dineros desde el tercer año (excepto las de la variedad de Burjassot). La tahúlla plantada de alfalfa o dedicada a la viña satisfaría 4 sueldos y 6 dineros. Sin duda el señor intentó promover la agricultura más comercial. En 1510 se alcanzaron 9 casas de cristianos y 15 de moros.

Menos fortuna tuvo por el momento Alfons Martínez de Vera en Busot. En 1484 intentó atraer a población mudéjar con vistas a crear una réplica de los pequeños dominios señoriales propios del Condado de Cocentaina. En las vertientes del Cabeçó d´Or, Busot compartió con Aguas y Barañes poblamiento discreto, potencialidades mineras y explotación arborícola. Sin embargo, se impusieron las desconfianzas hacia este tipo de enclave. Contó en 1510 con 26 casas cristianas y 4 moras.

En las áreas ponentinas de las partidas de la Creu d´Elx, la Saborida, el Clot y la Vall-Llonga se recolectaron cultivos adaptados a la aridez ambiental del valor del esparto, con el que se confeccionaron desde tiempos remotos toda clase de productos y objetos. Su venta en calidad de materia primera o de manufactura ayudó a muchas familias modestas a sobrevivir hasta el siglo XX. La ganadería adquirió vuelo con la ayuda de las “casetes sotils” destinadas a los rebaños de ovicápridos. La hora de San Vicente del Raspeig todavía estaba por llegar.

Las zonas periurbanas irrigadas de la huerta de la Sueca, área donde crecería el arrabal de San Francisco, se abastecieron de las aguas de la Font Santa, cercana a la ermita de los Ángeles. Algunas heredades de terratenientes locales como doña Violant de Rebolledo concentraron hasta 24 aljibes en explotaciones de 60 tahúllas o unas 7 hectáreas, alcanzando el acrecido valor de 4.000 sueldos. El empleo intensivo del agua alentó la viticultura y la horticultura.

La gran Huerta alicantina, ya vaciada de mudéjares, no ofreció en aquel tiempo un perfil señorial equiparable al de Agost o Busot. Las anteriores alquerías ya habían cedido su testigo al eje de poblamiento de San Juan-Benimagrell y Muchamiel. Ninguno de estos núcleos se gestó al calor de una carta puebla señorial. A lo largo de los siglos XIV y XV San Juan se erigió en la cabecera de una zona de anteriores alquerías islámicas. La antigua Lloxa o Lloixa, que bautizó un célebre barranco, declinó en su beneficio y Benimagrell terminó subordinándosele. Ostentó San Juan la primacía parroquial en la Huerta. No en vano sus sacerdotes entre 1489 y 1490, Pedro de Mena y Francesc Bendicho, estuvieron ligados al milagro del Lienzo de la Santa Verónica.

 Caserío de Lloixa en la actualidad

De la primera demarcación parroquial de San Juan se segregó la de Muchamiel entre 1511 y 1513, primer impulso de autonomía local. Erigida en el área de la acequia de Alconxell, en 1480 un cultivador como Jaume Planelles pagó en concepto de censal 17 sueldos a la mencionada Violant de Rebolledo. Veinte años después ya tuvo la fuerza necesaria para reclamar su propia parroquia. Negociaron la cuestión el barbero Martí Pastor y el labrador Bertomeu Lledó.

Entre 1481 y 1510, en suma, asistimos a la revalorizarización de nuestro espacio agrario si nos dejamos guiar por los fuegos consignados. Mientras la Huerta pasó de representar el 14´6% de la población de todo el término al 25´4%, y Montfort del 12´9% al 24´5%, Alicante descendió del 72´5% al 50%. Tales cambios se reflejaron en el dominio de las mentalidades. 

 Los compases de la cristianización.

Estos elementos contribuyeron a la sacralización del espacio, confiriéndole un sentido trascendente al incierto destino de Alicante. El sentido de comunidad cristiana se tradujo en la sacralización de la “res publica” con su cohorte de repercusiones políticas de uniformidad religiosa, identidad, participación de sus integrantes y gestión.

Lejos de relegarse a espacios individuales, la religión tuvo una importancia medular para la cohesión y la identidad de toda comunidad del siglo XV. En los reinos hispanocristianos se permitió la presencia de judíos y musulmanes por razones eminentemente prácticas, legitimadas a veces con la pretensión de escenificar la superioridad del cristianismo sobre otras creencias.

Emplazada en una de las fronteras de la Cristiandad, Alicante fue considerado por Alfonso el Sabio punto de apoyo para sus futuras conquistas en el Norte de África. En la fallida empresa de Almería sirvió a Jaime II. Durante la Baja Edad Media vivió bajo la amenaza granadina y de otros poderes islámicos. En 1423 un fanático conocido como “lo sant moro” saqueó nuestra Huerta, en un tiempo en el que la declinación de la población mudéjar ya era más que notorio. A fines del siglo XV Alicante colaboró activamente en el control de los musulmanes del Reino. En 1491 el habitador Francesc Sepulcre obtuvo 54 sueldos por la guardia y custodia en la mazmorra del castillo de un moro inculpado por el baile general. Los mudéjares de Elda se mostraron díscolos aquel mismo año con su señor el conde de Cocentaina, insultando a su alguacil. Nuestro vecino Fernando Villaldo lo auxilió junto a los guardias de la bailía en el cobro del servicio, montazgo y almojarifazgo. 

El cristianismo local no acusaba a fines del Cuatrocientos signos de fisura e inquietud que anunciaran nada similar a la Reforma. La heterodoxia de los beguinos, presente en el Alcoy bajomedieval, no alcanzó Alicante. La actuación del Santo Oficio se adscribió en nuestro caso al tribunal del obispado de Cartagena, del que dependía todavía nuestra gobernación con disgusto. El 19 de enero de 1492, antes de la expulsión de los judíos, Fernando de Aragón dictó unas normas para devolver la propiedad a los conversos reconciliados de la gobernación. Los judeoconversos no suscitaron grandes problemas como en Sevilla o Toledo, y linajes como los Santángel hicieron buenos negocios en nuestras tierras.

Tras la etapa fundacional de las primeras redes eclesiásticas, los alicantinos vivieron desde finales del XIV a bien entrado el XVI un dilatado período de vigorización del sentimiento de comunidad cristiana (coincidente con graves rupturas de la Cristiandad), preludio del mayor control sacerdotal de la Contrarreforma. Bien puede decirse que Alicante aún respiraba la atmósfera de las creencias del gótico. Se concebía a Dios Padre como un temible justiciero capaz de sancionar a los infractores con grandes castigos. La tahurería o casa de juego podía atraer su ira. En 1489 Jaumot Ferri fue sancionado con 11 reales castellanos por jugar en su casa. Los fieles procuraron la intercesión de los abogados celestiales, como Santa María, San Pedro, San Nicolás, San Miguel y santos de devoción más particular como San Juan Bautista, San Antonio de Vianes, Santa Catalina, San Blas o San Andrés si seguimos nuestra toponimia y las mandas testamentarias de Santa María. 

La celebración del Corpus adquirió notoriedad, y el milagro de la salvación de las sagradas formas del incendio de Santa María del 31 de agosto de 1484, reafirmado a fines del XVI, destacó este aspecto del culto. La predicación de los sermones de Cuaresma orientaba a los fieles hacia un comportamiento más cristiano. Predicaciones como la de San Vicente Ferrer adquirieron una notoria fama en unas sociedades marcadas por el gestualismo y el analfabetismo, donde la palabra adquirió un protagonismo extraordinario. El santo predicador supo emocionar como pocos a sus oyentes. Bien provisto de la dialéctica escolástica, fue un convencido de la misión de las órdenes de predicadores de redimir a los cristianos de sus faltas antes del Juicio Final. Anunció con fervor la venida del Anticristo, señal ineludible del final de los días ante la que cabía purificarse abandonando disputas fraternales, adulterios, juegos y blasfemias. La monarquía autoritaria tomó muchos de estos planteamientos. Su prédica en Alicante dispone de una doble tradición. La línea erudita representada por Bendicho se preocupó por acreditar su estancia aquí en 1411, y la popular de les “rondalles” (posterior a su canonización en 1455) nos transmite sus milagros. 

Las cofradías pretendieron mantener vigentes estas conquistas espirituales. Ya el 10 de abril de 1402 Martín el Humano había aprobado las normas de la de San Nicolás, en teoría arruinada tras la Guerra de los dos Pedros. Los cofrades se reunían en un capítulo las jornadas de Santa María de marzo, del Corpus y ocho días antes de San Nicolás, y la gestión se confiaba a dos mayordomos. El justicia supervisaba su funcionamiento. Se propuso la exaltación litúrgica y de la piedad, en especial hacia los pobres, los enfermos y los viajeros. 

Las parroquias de Santa María y de San Nicolás, no exentas de rivalidad, dieron cabida a las necesidades de los fieles locales, siempre bajo la atenta mirada del poder municipal. La citada afirmación del sentimiento de comunidad cristiana alentó el asentamiento franciscano en nuestras tierras, paralelo al desarrollo de nuestro espacio productivo. No dejó de ser un movimiento de prestigio ya un tanto anticuado, que arrancó en otros puntos de la Corona de Aragón en el siglo XIII y que ya experimentó fuertes dificultades en el XIV. La coyuntura de la periférica Alicante mantuvo un ritmo particular, muy distinto del de las grandes capitales hispánicas. En 1440 el municipio instó a los franciscanos a establecerse en el pinar de la ermita de Nuestra Señora de los Ángeles. En 1514 abandonaron este primigenio emplazamiento por el de un lugar cercano a la Muntanyeta, el de Nuestra Señora de Gracia, cuya advocación franciscana se transmitiría al arrabal en ciernes. En 1489 se propuso fundar un monasterio jerónimo (muy apto para la colonización agraria), mas en 1518 su posición fue ocupada por las hermanas clarisas, la rama femenina de la orden franciscana, regentando el “sancta sanctorum” de las devociones de la Terreta, el monasterio de la Santa Faz.

La onomástica nos ayuda a comprender mejor la interiorización de las creencias religiosas. En las mandas testamentarias conservadas del primer tercio del XIV se mencionan diez veces el nombre de Bernat, ocho el de Ramon, seis el de Pere, cinco el de Joan y Guillem, cuatro el de Berenguer, tres el de Jaume y Francesc, dos el de Tomàs y Baldoví, y una el de Simó, Ferran, Garcia, Gil, Alamany, Eixemen, Nicolau, Domingo, Arnau, Llorenç y Guerau. Se muestra a las claras entre los varones la preferencia cisterciense de Bernat, en contraste con otros puntos del Reino de Valencia (más decantadas hacia Pere). Esta situación se alteró un tanto a principios del XVI. En el Muchamiel de 1511 Joan gozó de cinco menciones, Bernat de cuatro, Francesc de tres, Jaume y Miquel de dos, y Pere, Guillem, Bertomeu, Martí, Salvador, Cristòfol, Pasqual y Ferran de una, y entre los miembros del “consell” municipal de Alicante en 1518 también Joan ocupó el primer lugar con tres menciones, seguida de las dos de Pere y Jaume, y de una de Francesc, Benet, Miquel, Salvador, Lluis, Carles y Andreu. La primigenia herencia catalana de la repoblación, aún visible en los enclaves de la Huerta, fue difuminándose en el comienzo de los tiempos modernos, marcados por las disputas políticas. 

Continuará

VÍCTOR MANUEL 
GALÁN TENDERO
Fotos: Alicante Vivo
 

CÁNTICO A LA NAVIDAD

$
0
0

Un año más, la Nochebuena y la Navidad rondan nuestras puertas. Es ese tiempo, curioso donde los haya, en que los creyentes celebran con pasión el advenimiento de Jesús, mientras los no-creyentes festejan con ardor –nunca mejor dicho- el advenimiento de los turrones, mantecados y peladillas. Y aunque “a nadie le amarga un dulce”, si llama poderosamente la atención el febril ambiente costumbrista de fiesta que surge del y para el pueblo. El boticario –y Alcalde- de Alicante, D. Agatángelo Soler Llorca, ya se percató de ello a principios de la década de los sesenta; y tanto fue así que hubo de plasmar en su libro “Historias de la placeta de Sant Cristófol” –para gozo de propios y extraños- toda aquella “iluminación, ruido y trasiego de tantos seres humanos que obran, como si pensaran por un momento, que nada hay complicado en la vida si se tiene tiempo para reflexionar en algo que no sean las dificultades”.

Y es que, de repente, todo huele a abacería, confites, canela, pan tierno y turrón, elementos más que suficientes para que nuestras “caras se tornen bondadosas y alegres (...) Se olvidan los sinsabores, las penas, el mal humor y las úlceras de estómago”. Bueno... las úlceras de estómago, no. Incluso los niños “encuentran a las personas mayores menos ariscas, menos preocupadas y aún incluso, simpáticas”. ¡Qué ya es difícil! Sólo por ese pequeño viaje a nuestro pasado más popular, hemos decidido rememorar hoy junto a ustedes “la multitud de recuerdos de los tiempos que se fueron, de todas las Navidades del ayer, buenas y malas, que marcaron la infancia, juventud y madurez de nuestros padres y abuelos”. ¿Nos acompañan?

 Mercado de la Cascaruja (Foto del Archivo Municipal de Alicante)

El viaje comenzó para D. Agatángelo a las once de la noche de un día 24 de Diciembre cualquiera. Nochebuena. “De frío, nada. Frescoreta alacantina, en todo caso, que a tantos balda si los coge en descuido”. Atrás quedaba la copiosa cena familiar, de olores y sabores, finiquitada con viejos villancicos, zambombas y panderetas. Atrás quedaba también el recuerdo de los que ya no estaban, “como mi madrina, la tía Matilde”. Y nos damos cuenta que todos nosotros, usted y yo, amable lector, hemos tenido en alguna ocasión una tía Matilde en Nochebuena, “delgada, pequeña, fragilísima de salud, que estuvo en vida siempre muriéndose –según ella- y que acabó enterrando a todo Cristo: hermanos, hermanas, cuñados, cuñadas, sobrinos, sobrinas, familiares cercanos, familiares lejanos…”

Pero ahora era el momento de la Misa del Gallo, y entre canciones marchaba el gentío a las Iglesias de Alicante, en donde los sacerdotes “atienden a esos pecadores con aliento a vinos y aguardientes, a licores, sidra o champán”. La Concatedral de San Nicolás siempre fue muy solemne para todo esto: “Per omnis saecula saeculorum; paz domini sit semper bobis cum”. La Plaza del Abad Penalva estaba siempre repleta “de casi todos los tontos de Alicante, que por entonces eran tres o cuatro”. Ahí se veía a “El Chache”, con su guardapolvo amarillento, vendiendo flores y molinillos de papel; a “Pahuet”, desgarbado, contrahecho y estrafalario, bailando al son de un “tam-tam” de madera; a “Chelín” y su bigotuda esposa, “oliendo ambos a pescado y gato”; y, como no, al “Negre Lloma”, mirando con esos grandes ojos que casi se le salían de las órbitas. “La gente le tiraba monedas y él no las cogía por no agacharse, aunque las necesitara”. Desde luego, Alicante siempre fue una ciudad diferente en todo.

Al día siguiente, la Navidad traía las “estrenas”, también llamadas “aguinaldos”. Los niños iban a ver “a sus parientes, que les daban duros de plata y piezas de dos y una peseta; también moneditas de dos reales”. La tradición del “aguinaldo” sobrevive en la actualidad a malas penas –demos gracias a la Feria de Navidad por ello-, pero en aquellos años “se mantenía por la finura y educación de los carteros, faroleros, barrenderos, basureros, vigilantes, recaderos, butaneros y lavacoches”. ¡Ahí es nada!

En el menú de la sobremesa siempre había un invitado de excepción: “el puchero en tarongetes”, con pavo, jarrete de vaca, huesos de caña, pie de puerco y codillo, blanquitos y morcillas de cebolla. “Y para el picadillo, magro y ternera, con raspadura de limón y ajo, amasado en la sangre del pavo, con pan rallado, piñones y yemas, bien sazonado todo ello con sal, pimienta, nuez moscada y perejil”. ¡Menudas pelotas!, con perdón, del tamaño de “tarongetes”. “Te deum” a gran orquesta. Eso sí… había que hacerlo grande, ¡muy grande!, pues nos tenía que durar 365 días, luna arriba, luna abajo.

 Feria de Navidad (Foto del Archivo Municipal de Alicante)

Por la tarde, mientras los mayores hablaban de sus cosas –los hombres de unas, y las mujeres de otras-, era el turno de “los caballitos”. La Feria recibía ese nombre “por la cantidad de tíovivos que se instalaban movidos por un asno, caballejo o abuelo con espardenya, y que sonaban mitad a manubrio cascabelero, mitad a cajita de música averiada (…) Se podía entrar a misteriosos barracones para ver a la mujer barbuda, a los enanos trepadores, al encantador de serpientes y a las motos de la muerte”. Incluso si la comida familiar no había sido del todo saciante, allí había churros, patatíbiris, manzanas glaseadas, tramusos y quisquillas saladas, llenas de polvo y con olor a urinario. Todo transcurría en la Plaza de Séneca, antaño yerma, terrosa y desangelada, y ahora igualmente yerma, terrosa y desangelada. ¡Carajo… hay cosas por las que parece que no pasa el tiempo!

Rememorar nuestras Navidades pasadas, como aquel personaje siniestro y avaro de Charles Dickens, nos obliga también a visitar el “Mercado de la Cascaruxa”, instalado en la Plaza del Ayuntamiento –conocida popularmente como “Plaza de los Porches”-. Allí, los vendedores de “golosinas, turrones, torraos, cacahuetes salados, figues en cofí, orejones y pasas, ofrecían su manduca”, que había de portar en bolsas de tela similares a fundas de almohada porque aquello del “plástico” aún estaba por venir. O recordar la Lotería de Navidad, que como no había ni televisión ni casi radio, se seguía la lista de los premios “por medio de grandes pizarrones de la Rambla, al lado de los Maristas (…) Un gran gentío provisto de libretas apuntaba los números que aparecían en blanco, sobre las negras tablas”. Pues, como dijo nuestro desaparecido Alcalde y boticario, “si hay algo que resiste al paso de los años, es la vana ilusión navideña de una suerte con nombre de riqueza que siempre nos resulta cochina”.
Nos marchamos ya sin dilación, pues bastante les hemos molestado en un día tan señalado como hoy. Sin embargo, no quisiéramos despedirnos sin desearles antes –con permiso de esta maldita crisis-, unas felices fiestas, las vivan como las vivan, pues al final, digan lo que digan, no hay más dicha y alegría que el disfrute personal de cada uno. No somos nadie. 


JUAN JOSÉ AMORES

EL AMANECER DE LA EDAD MODERNA EN ALICANTE (PARTE Y 3)

$
0
0

Las tensiones locales y las Germanías.

El gobierno municipal continuó preocupando a la monarquía. El 3 de julio de 1502 se confirmó con matices la insaculación, en unos tonos más aristocráticos. Una comisión de doce graduadores revisaría quinquenalmente a los candidatos. La elección del justicia se trasladó a San Andrés, la de los jurados al último día de Pascua, y la del almotacén a San Bartolomé. Ingresaron en el Saco Mayor el sobrecequiero y el clavario. Se intentó controlar el endeudamiento municipal. En 1508 padeció una nueva suspensión, y en 1510 se confirmó otra vez, ejemplificando las dificultades de la ciudad, sometida a las disputas oligárquicas, los rigores del endeudamiento inducido por la monarquía y la exclusión de los menestrales (obligados a cargar con el grueso de los pagos de la hacienda local).

Estos problemas fueron comunes a otras localidades del Reino de Valencia con variantes, y condujeron al estallido de las Germanías, expresión inicialmente despectiva aplicada a una fraternidad de mala gente. Sus partidarios se inclinaron por la de “germandat”, pero la primera hizo fortuna, bautizando definitívamente el alzamiento popular que intentó reformar la institución y la gestión municipales. Al comienzo se legitimó en nombre del monarca, pero el ritmo de los acontecimientos condujo a la ruptura descarnada con las autoridades reales y a la violencia antimusulmana. A partir de agosto de 1519 se configuró en la capital valenciana la germanía por vez primera. El 22 de febrero de 1520 los agermanados de Valencia enviaron emisarios a otros puntos del Reino para extender el movimiento. El 22 de junio de aquel mismo año la inquietud ya atenazaba Alicante: sus jurados mostraron su fidelidad al virrey don Diego Hurtado de Mendoza, que les instó a administrar justicia. Sin embargo, en agosto Orihuela se sumó a la rebelión, arrastrando finalmente a nuestra localidad.


 El cronista Bendicho intentó minimizar el vuelo de la germanía en Alicante, ciudad siempre fiel al monarca, y Viravens interpretó en este sentido una serie de cartas de las autoridades reales a nuestro municipio. Sin embargo, la lectura de Martí de Viciana, Bellot, Escolano y Cascales, además del estudio de documentos como los de las composiciones, no lo confirma. A la espera de ulteriores investigaciones, bien podemos sostener su importancia en nuestra ciudad.

En el último trimestre de 1520 los grupos de la ciudadanía menor se alinearon militarmente sin el consentimiento de la autoridad, estructurándose en “dehenes” al uso de la hueste municipal. El propio Bendicho menciona el alzamiento de una de sus banderas en la calle de labradores, que Viravens interpretaría como un intento de los sublevados de sumar a su causa al caballero Francesc Pérez. Esta fuerza popular impondría una Junta de Trece encargada de supervisar y corregir las elecciones locales, el reparto de cargas y otras gestiones de una administración municipal que no sería abolida de “iure”.

Pronto surgieron las discrepancias entre agermanados moderados y radicales. Carlos I, con el deseo de aprovecharlas, envió como mediador al secretario aragonés Juan González de Villasimpliz, viajando hacia Alicante por la también agermanada Jijona en compañía del moderado Soriano. El 22 de febrero de 1521 llegó a nuestra localidad. En aquel mismo mes la insurrección ilicitana contra su señor don Bernardino de Cárdenas fortalecería al ala radical.

 Las tendencias moderadas se impusieron en Alicante, libre de tales vínculos señoriales, y el citado secretario consiguió la detención del síndico ilicitano por los oficiales reales de nuestra ciudad. El 30 de marzo Carlos I advirtió a Alicante contra cualquier anulación de derechos fiscales y le instó a separarse de la germanía. Tal cosa no sucedió, y el 30 de abril los agermanados alicantinos escribieron a Valencia recabando auxilio. 

Las hostilidades se desataron con vigor. Los agermanados compensaron su derrota en Oropesa el 4 de julio con la toma del castillo de Játiva el día 14 y la victoria en la batalla de Gandía el 24, donde combatieron al lado del virrey varios caballeros alicantinos. El enfrentamiento tuvo un cariz fratricida muy marcado. En las Montañas los agermanados desataron la furia de los bautizos forzados de los mudéjares.

En las inmediaciones de Alicante se acecharon las fuerzas virreinales de Andrés Porta, sitas en su Huerta, y las agermanadas de tránsito en Jijona, que iban a socorrer a Orihuela. Los grandes aristócratas de la gobernación, como su titular don Pero Maça, combatieron con denuedo la germanía. Contaron con el apoyo del adelantado de Murcia, el marqués de Los Vélez don Pedro Fajardo, que había coqueteado con los comuneros.

 Las fuerzas caballerescas lograron sus objetivos. El 12 de agosto capituló finalmente Elche. Antes del día 26 Alicante siguió el mismo camino, dada la inclinación de muchos de sus naturales y el influjo de don Pero Maça en la localidad, según Martí de Viciana. La tenencia del castillo por Gaspar Tárrega (justicia en 1528 y en 1533) resultó de gran importancia, ya que la posesión de las fortalezas de villas y ciudades facilitó la estrategia nobiliaria, como también se verificó en Játiva y en Orihuela. El 30 las fuerzas agermanadas, entre las que se contaron soldados alicantinos, encajaron una derrota definitiva en la batalla de Orihuela. El brutal saqueo de la capital de nuestra gobernación, en el que se profanaron sus templos sin escrúpulos, se asemejó más a una campaña de Pedro el Cruel que a una simple operación aristocrática de pacificación de vasallos. Las anteriores muestras de cooperación entre los comuneros murcianos y los agermanados valencianos fueron arrinconadas vergonzosamente por el tradicional odio entre vecinos enfrentados por términos territoriales y la creación del nuevo obispado oriolano.

El 26 de agosto el virrey exigió a Alicante la contribución de tres a cuatro mil ducados de oro para su ejército. El municipio podría recurrir a la confiscación de los bienes de los agermanados o a la imposición de algún arbitrio sobre los derechos reales. Se ofrecieron dos mil a través de Jaume Torres. Las huestes del marqués de Los Vélez y del de Elche emprendieron su ruta hacia Valencia por el camino interior de Villena y Requena, pero los dineros pagados no bastaron y el Campo del Turia sufrió su brutal saqueo en octubre y noviembre. Prohombres como Pere Seva (justicia en 1507 y en la recuperada Alicante de 1521) cooperaron con gusto con la causa nobiliaria y combatieron contra los agermanados en retirada. El 18 de noviembre de 1522 el municipio alicantino mandó a Canales una fuerza nada baladí de 150 hombres. En cambio otros alicantinos optaron por proseguir la lucha en los últimos enclaves agermanados de Játiva y Alcira. El virrey les ofreció salvoconducto en 1522. Ese mismo año Alicante pagó una composición o sanción económica de 7.000 ducados frente a los 6.000 de la más poblada Orihuela y los 2.500 de Elche. Todavía en enero de 1524 la virreina doña Germana de Foix mandó actuar contra la buena memoria de nuestros agermanados, germen de la política posterior del silencio desplegada por los amantes de las glorias locales al servicio de la monarquía. 

Las consecuencias de la insurrección.

En contra de lo que algunos autores sostuvieron sin grandes datos, la animación del puerto de Alicante no arrancó tras las Germanías, según hemos comprobado anteriormente. Tal hipótesis, muy mal informada, suponía que la fuerte represión de los agermanados de Valencia obstaculizaría la expansión mercantil de su puerto, mientras la fiel (?) Alicante recibiría franquicias muy valiosas, que no se detallaban de ninguna forma. Se remataba el disparate con alguna consideración anacrónica e inoportuna acerca de la antivalencianía alicantina, corrosiva para el País (¡).

El fracaso de las Germanías no nos aportó ninguna lluvia de premios precisamente. Mientras los monfortinos representaron el 24´5% de la población del término general en 1510, trece años después decayeron al 15´2%. Las cifras de pobres indican que muchos indigentes abandonaron las áreas ponentinas para refugiarse en Alicante, sobrecargada con un 28´6% de pobres antes de la peste de 1529, corolario de las dificultades de los tiempos. En 1535 las partidas de l´Horta i Ravalet, Canyelles, Cotelles y Lloixa registraron el mísero número de veinticuatro vecinos, quizá como consecuencia de algún fenómeno de ocultación fiscal. Los enfrentamientos y las fobias perjudicaron a nuestros productores, y el municipio alicantino respondió hasta 1544 agravando las prohibiciones de compra de comprar productos hechos en otras localidades, como las modestas “espardenyes”.

 En lo político, la monarquía intentó acrecentar su autoridad potenciando la oligarquización. La insaculación quizá fuera temporalmente abolida al igual que la de Orihuela. Entre 1522 y 1523 Bendicho no registró ningún titular del oficio de justicia, ejerciéndolo en 1524-25 Francesc Bernat, el de 1519, cuando las ordenanzas vedaban permanecer en el cargo dos años consecutivos. El 16 de junio de 1545 el emperador Carlos removió los escollos para convertir en jurados a Pere Seva, Pero López de Ayala y Joan Castelló, que representaron una combinación de familias oligárquicas en declive y advenedizos a la caza de oportunidades en una plaza mercantil con importantes obras de defensa en curso. Entre 1524 y 1546 los Pasqual, los Martínez de Vera y los Ferrández de Mesa, entre otros, mantuvieron su hegemonía local. Durante la postguerra se agravó un problema bajomedieval, el del influjo del gobernador Pere Maça de Liçana y del marqués de Elche. Este último porfió con nuestro municipio por la preeminencia de su escudo sobre el ciudadano en la Porta Ferrissa, recomendando a Carlos I que no recalara en Alicante al retorno de su penosa expedición a Argel en 1541.

 Carlos I

 Las Germanías introdujeron la enojosa cuestión morisca en la precaria coexistencia religiosa del Reino, justo cuando se recrudeció la amenaza otomana en el Mediterráneo. La brutal y forzada conversión de los mudéjares consiguió finalmente el beneplácito de la Corona y de la Iglesia sin excepciones. Los musulmanes ilicitanos que combatieron al lado de sus vecinos cristianos corrieron pareja fortuna que los fieles al señor de Novelda, el citado Pere Maça. La conversión no les garantizó ningún alivio fiscal, perjudicial para las arcas de los potentados. La insurrección de Benaguacil y del Espadán no se acercó a nuestras comarcas, y sus conversos se decantaron más por la adaptación flexible. En la cercana Novelda la guerra agermanada se insertó dentro de una lenta y penosa recuperación, pues los 193 cabezas de familia de 1379 se convirtieron en 230 en 1510 y en 233 en 1563. Hasta 1572 su población no levantó el vuelo. A la par que experimentaba nuevos bríos a partir de 1547, el Montfort islámico fue herido de muerte al reducirse a cinco hogares en 1563. Los moriscos de Agost presentaron una importancia testimonial, reiterándose las condiciones de su carta en 1535. El golpe morisco acentuó la agónica declinación del muy modesto mudejarismo alicantino.

Los primeros tiempos modernos conservaron no poco de la herencia alicantina bajomedieval de potentados locales y de combates contra los musulmanes. Sin embargo, su crecimiento comercial ya se encontraba a pleno ritmo, conectando con realidades geográficas cada vez más lejanas. Este nuevo Alicante llegó a la madurez en el último tercio del XVI, y sin él nada de nuestro presente sería inteligible. 

VÍCTOR MANUEL 
GALÁN TENDERO
Fotos: Alicante Vivo

Fuentes:

* ARCHIVO DE LA CORONA DE ARAGÓN. 
- Cancillería Real, nº. 1651. 
- Real Patrimonio, Mestre Racional, nº. 2648. 

* ARCHIVO DEL REINO DE VALENCIA. 
- Real Patrimonio, Mestre Racional, nº. 4573, 4573bis y 4579. 

* ARCHIVO MUNICIPAL DE ALICANTE. 
- Libro de los Privilegios. 
- Libro de arrendamientos del muelle, Armario 5, Libro 18. 
- Ordenanzas municipales de Alicante, 1459-1669. Edición de A. Alberola y Mª. J. Paternina, Alicante, 1989. 
- Privilegios reales de Pedro IV, Juan I y Martín I, Armario 1, Libro 2. 

Bibliografía:

- Barrio, J. A., La organización municipal de Alicante, ss. XIV-XV, Anales de la Universidad de Alicante. Historia Medieval, nº 7, pp. 137-158, Alicante, 1990. 
- Bellot, P.,Anales de Orihuela, 2 vols. Edición de J. Torres Fontes, Murcia, 2001. 
- Bendicho, V., Chrónica de la Muy Ilustre, Noble y Leal Ciudad de Alicante, 4 vols. Edición de Mª. L. Cabanes y C. Mas, Alicante, 1991. 
- Hinojosa, J., Textos para la Historia de Alicante. Historia Medieval, Alicante, 1990. 
- Maltés, J. B.-López, L., Ilice Ilustrada. Historia de la Muy Noble, Leal y Fidelísima Ciudad de Alicante. Edición de Mª. L. Cabanes y S. Llorens, Alicante, 1991. 
- Martí de Viciana, R., Libro quarto de la Crónica de la Ínclita y Coronada Ciudad de Valencia y de su Reino. Edición de J. Iborra, Valencia, 2005. 
- Rodríguez-Bernabeu, E., Alacant contra València, Barcelona, 1994. 
- Vallés, V. J.,La Germanía, Valencia, 2000. 
- Vicens Vives, J., Els Trastàmares (segle XV), Barcelona, 1988. 

OBRAS SON AMORES (2). JORGE JUAN. UN MARINERO A TRAVÉS DE LOS SIGLOS

$
0
0
 “Este eminente científico español del siglo XX”, dijo el gran historiador, escritor –y amigo personal-, D. Emilio Soler Pascual, “es al mismo tiempo (paradojas de la vida) una de las personalidades menos conocidas de nuestro reciente pasado”. Y si tal aseveración surge de la pluma de todo un maestro en Historia Moderna como él, motivo de más para acercar su figura y la de su tiempo a Alicante Vivo, ahora que se cumple el III Centenario de su nacimiento, ocurriera donde ocurriese –Novelda o Monforte-. “Pues el tiempo, único amigo fiel en temas del pasado, ha demostrado que el genial marino fue, ante todo y sobre todo, un gran provinciano de Alicante”


Querer conocer un poco –o mucho- la figura de D. Jorge Juan y Santacilia, Caballero de la Orden de Malta, Jefe de la Armada Española, Capitán de los Guardamarinas, Fundador del Real Observatorio Astronómico de San Fernando, Rector del Seminario Real de Nobles de Madrid, Constructor de Barcos, espía, escritor, etcétera, etcétera y etcétera, supone adentrarse en la fascinante obra del señor Soler,“Viajes de Jorge Juan y Santacilia”, texto completamente indispensable para vislumbrar el pasado –y presente- del más grande “ilustre” que ha dado esta tierra. Y si no nos creen, miren, miren….

Había nacido el 5 de enero de 1713 –ya ha llovido desde entonces- en la masía solariega del siglo XVII “Fondonet”, propiedad de su padre y situada en el término municipal de Novelda. “Otro asunto fue su bautizo, que tuvo lugar cuatro días después en la iglesia parroquial de Nuestra Señora de las Nieves, en Monforte, entonces adscrita a Alicante (…), debido supuestamente a una fuerte riada en el Vinalopó que impidió a su familia acercarse a Novelda”. Independientemente de qué población quiso contar entre sus próceres a tan insigne científico, lo cierto es que su figura se convirtió en universal desde el mismo momento en que quedó huérfano de padre y pasó a la tutela de su tío, D. Cipriano Juan y Canicia, bailío de la Orden de San Juan.

 Tras cursar estudios elementales en el Colegio de los Jesuitas de Alicante, marchó a Zaragoza primero, en donde se graduó de Gramática y Humanidades, y a Malta después, ciudad en la que sería nombrado Caballero de dicha Orden y Comendador de Aliaga tras coronar con éxito cuatro campañas navales contra los piratas berberiscos. Tenía entonces 18 años, y “su barco ya había escoltado al futuro rey Carlos III desde Antibes a Liorna”. En su último servicio en el Mediterráneo, accidentado por una “epidemia de tifus que acabó con la vida de más de quinientos hombres”, Jorge Juan enfermó gravemente y tuvo que regresar a Cádiz para proseguir sus estudios en la Academia Naval. Fue allí donde, recuperado milagrosamente, conoció a D. Antonio de Ulloa, otro joven oficial con el que compartiría, sin saberlo, el viaje más emocionante de sus vidas.

 “Los llamaban 'Los Caballeros del Punto Fijo', pues siempre se hallaban ensimismados midiendo la forma y magnitud del globo terráqueo”. Ese fue su cometido y su gran viaje, un empeño personal del monarca Felipe V, que deseaba mandar una expedición al continente sudamericano para realizar tareas científicas. “Isaac Newton había deducido la hipótesis de que la Tierra no era una esfera perfecta sino achatada por los polos (...), pero los astrónomos franceses Piccard, La Hire y Cassini la rebatieron”. Felipe V, enterado que su homólogo galo, Luis XV, iba a mandar a un grupo de eminentes personalidades encabezadas por Louis Godin, Pièrre Bouger y Charles M. de la Condamine, para dilucidar ese entuerto, “hizo lo mismo con Jorge Juan y Antonio, dos jóvenes capaces de impedir que la gloria recayese en manos extranjeras”.

 Y lo consiguieron. “Su llegada causó estupor y risa entre los veteranos y renombrados miembros franceses, que veían en aquellos dos jóvenes españoles inexpertos el fracaso de toda la nación hispana”. Los cinco investigadores se dividieron en grupos y, tras nueve años de investigaciones entre las ciudades de Quito y Cuenca, en ocasiones con unos instrumentos antiguos o defectuosos que impedían medir con exactitud un grado de meridiano en el Ecuador, se llegó a la conclusión de que los resultados más precisos fueron los que obtuvieron Jorge Juan y Antonio de Ulloa, y que confirmaban la hipótesis de Newton sobre la forma de la Tierra.

 
Tumba de Jorge Juan

Aquello marcó indefectiblemente el resto de la trayectoria de nuestro marino, que fue ascendido a Capitán de Fragata y titulado como Miembro de la Real Academia de Ciencias. Tras eso, publicó varios libros sobre sus observaciones astronómicas, ganándose severos problemas con la Inquisición por admitir el sistema heliocéntrico copernicano y que hubieran acabado como el Rosario de la Aurora de no ser por el insistente apoyo del censor-jesuita D. Andrés Marcos.

 “Observador de los métodos de construcción de barcos extranjeros bajo el nombre clave de Mr. Josues”–lo que en nuestro pueblo siempre se ha llamado “espía”-, sus últimos años los pasó como Director del Observatorio Astronómico de San Fernando, centro aún hoy en activo “que se ocupa del control del tiempo cronológico de España por medio de avanzados relojes atómicos”.

 Enfermo de epilepsia y con dos cólicos biliosos graves, regresó a Madrid en 1773 tras pasar unos días de recuperación en el balneario de Busot de su Alicante natal. Allí entraría en coma y moriría el 21 de junio “víctima de un accidente alferético”. Su cuerpo, tras el triste adiós, viajaría por España más que el baúl de Concha Piquer, pues tras ser enterrado en dos ocasiones en la Iglesia de San Martín, sus restos fueron exhumados en la Guerra de la Independencia y almacenados temporalmente dos años en los sótanos del Ayuntamiento de Madrid. Por fin, un 2 de Mayo de 1860, serían trasladados al Panteón de los Marinos Ilustres de San Fernando, Cádiz, en donde continúan bajo la enseña: “Entregó al Señor su vida tras ennoblecerla con su piedad y buenas costumbres”.

Descanse en paz.

JUAN JOSÉ AMORES
 
 
Otros enlaces:

JORGE JUAN. HOMENAJE DEBIDO

$
0
0

Hoy cinco de enero se cumplen 300 años del nacimiento del ilustre marino y científico Jorge Juan y Santacilia. De padre alicantino y madre ilicitana, nació en Novelda y fue bautizado en Monforte. Dejando de lado las disputas existentes sobre la localidad de su nacimiento, que lamentablemente han llegado hasta día de hoy ensombreciendo y dividiendo actos de homenaje, podemos decir que Jorge Juan fue un ilustre comprovinciano que llevó su saber allende los mares, dejando huella de su conocimiento por diversas partes del globo terráqueo.

 No vamos a glosar aquí las gestas de Jorge Juan, ya que para resumir su vida necesitaríamos, como mínimo, todas las páginas de este diario, ni tampoco creemos ser los más indicados para hacerlo, puesto que sobre el Sabio Español -así se le llamó- existen auténticos expertos y estudiosos de su vida y obra. Pero no por ello vamos a dejar de recordar a Jorge Juan en el III Centenario de su nacimiento.

¿De qué forma ha homenajeado la ciudad de Alicante en estos 300 años a Jorge Juan? Pues la verdad es que ha sido de formas diversas y más bien escasas, teniendo en cuenta de que hablamos de un alicantino universal sólo comparable en fama mundial a otros como Rafael Altamira o Francisco Xavier Balmis.


Hace 100 años, cuando faltaban pocos meses para el bicentenario de su nacimiento, la prensa alicantina se lamentaba del escaso interés -por no decir nulo- que mostraban nuestras autoridades locales y provinciales en conmemorar de alguna manera, en la capital de la provincia, la efemérides. Incluso algún diario local realizó una especie de artículo de "periodismo-ficción" por llamarlo de alguna manera, en el que se narraban unos hipotéticos homenajes realizados en Alicante a Jorge Juan con motivo del bicentenario. Había que insistir.

El presidente de la Diputación Provincial en aquellos años (hablamos de 1912), Higinio Formigós, se mostró interesado en levantar un monumento a Jorge Juan en la Plaza de la Aduana (hoy Puerta del Mar) interesándose por adquirir la estatua del marino que tenía el Ministerio de Marina (según parece, la que se usó de molde para la estatua existente en El Ferrol). Como todos sabemos, este monumento jamás fue realizado y, a dicha plaza, se trasladó poco tiempo después el Monumento a los Mártires de la Libertad. Diario de Alicante se hacía eco de las intenciones que tenía el Ayuntamiento de Alicante de conmemorar la efemérides, aunque pronosticaba el fracaso de las mismas debido a la improvisación de actos y a la falta de iniciativa para comenzar a programar los fastos. Acertó, claro.

Los fastos del bicentenario tuvieron lugar en Novelda donde se descubrió una estatua del marino obra del escultor alicantino Vicente Bañuls. De nuevo Diario de Alicante se unía al homenaje publicando un ejemplar conmemorativo.

 Sí que es cierto que el Ayuntamiento de Alicante había recordado la figura de Jorge Juan rotulando una calle con su nombre en 1852, pero en honor a la verdad hemos de decir que dicha rotulación no fue realizada en el marco de un homenaje municipal a su figura, sino que se incluyó dentro de un "paquete" de rotulaciones cuyo fin era actualizar el callejero de la urbe con motivo de la presentación del Plano de Alineaciones de la Ciudad.

Un siglo después, concretamente en 1956, D. Vicente Martínez Morellá, viendo insuficiente el homenaje que Alicante había rendido a su ilustre comprovinciano, lanzó una petición dentro de un artículo sobre Jorge Juan en el llibret de la Hoguera de la Plaza del 18 de Julio. Solicitaba que, para honrar la memoria de Jorge Juan, se colocara una placa conmemorativa en la casa donde moró el marino, situada en Rafael Altamira 17. Curiosamente no fue el Ayuntamiento el que recogió el testigo, sino la propia comisión de la hoguera, la cual anunciaba en el mismo llibret que dicha placa sería descubierta por ellos el 23 de junio a las 12 del mediodía. La prensa de la época no se hizo eco de la noticia. Siguiendo con homenajes extraoficiales -es decir aquellos que no han sido realizados por nuestro Ayuntamiento-, el 29 de febrero de 1960, el Instituto de Alicante pasaba a llevar el nombre de Jorge Juan tras ser votado por el claustro, a petición de su Director D. Abelardo Rigual Margallón.

Todo esto, unido a la inauguración en 1983 de la Residencia Jorge Juan para los militares en el antiguo Hotel Carlton, un grafiti conmemorativo en los muros del Instituto que lleva su nombre y unos monográficos de la reputada revista Canelobre en el año 2006 y del llibret de la Hoguera Polígono San Blas en 2012, han sido los últimos homenajes remarcables que ha recibido el Sabio Español en nuestra ciudad.

El pasado mes de septiembre desde la Asociación Cultural Alicante Vivo pasamos por registro una petición relativa a la realización de un homenaje municipal con motivo del III centenario del natalicio de Jorge Juan. Solicitábamos al Ayuntamiento, al igual que hicimos con Canalejas, que se colocara una placa conmemorativa en su residencia familiar de la calle Rafael Altamira. Esperemos que cuando ustedes, queridos lectores, tengan en sus manos esta hoja del diario, se haya anunciado ya algún tipo de homenaje a realizar a Jorge Juan por parte de nuestro Ayuntamiento. Por favor, que no tengamos que esperar otros cien años. 

Publicado en La Verdad e Información el 5 de enero de 2013

ALFREDO CAMPELLO


OBRAS SON AMORES (3): LA BARCA DEL AKRA LEUKA

$
0
0

Fue D. Juan Mateo Box quien dijo que “las leyendas alicantinas son narraciones tejidas con algo de realidad y un mucho de poesía, trozos de una Historia que puede estar más o menos idealizada por la imaginación popular pero que, indudablemente, tiene en su origen una huella viva y real”. Amar las leyendas es amar también esas pequeñas narraciones populares nacidas en el corazón de la gente que tanto nos gustan en “Historias de la terreta”, y que se enquistan en el alma de la ciudad hasta el extremo de sobrevivir al rudo paso del tiempo… que ya es harto complicado en esta ingrata tierra.

La cuestión es que, dícese que se era, el Senado cartaginés mandó, siglos ha, al bravo –y sanguinario- General, Amílcar Barca, a la conquista de la Península Ibérica, “propiedad” entonces del imperio helénico e íbero. Esto ocurrió allá por el año 237 antes de Cristo, y la leyenda asegura que “Amílcar y sus dos hijos –Aníbal, de solo nueve años, y Asdrúbal- desembarcaron en la ciudad de Cádiz, exterminando de forma cruenta cuanto se le oponía al paso de sus legiones”. Todo sucumbió ante él y nada con vida quedó, excepto los despojos de sus enemigos, que incorporó como propios a su ejército en forma de esclavos mercenarios. “Primero se arrodilló Andalucía, después la región próxima a Mastiena –Murcia-, y por último pasó a cuchillo a la región de Gimneta –Alicante-, en donde borró del Mapa todo ese vestigio de cultura y comercio griego del que eran ricas nuestras costas”.

Esta hermosa -a la par que triste- leyenda convertida en Historia, o esta historia convertida en hermosa –a la par que triste- Leyenda, fue poéticamente escrita por D. Domingo Tafalla en su libro “El Lucentum Hispano Romano de Benalúa-Antigons”, y aún nos despierta en el rostro una curiosa mueca de sorpresa cuando imaginamos un Alicante helénico con dos únicas calles principales y una amplia carretera que, bordeando el promontorio –Tossal de Manises-, unía el puerto comercial con la Acrópolis erigida bajo la protección de la diosa Artemis. “En esta dulce nirvana, medida tan sólo por el metrónomo de las estaciones del año y el fino acompasar del reloj de arena, fueron pasando suaves las eras, como el manto airoso de lino que cubrían los cuerpos de aquellos hombres y mujeres. Pero un nefasto día, el viento trajo el rumor de los gritos, tambores y clarines de Amílcar Barca”.

 Con él llegaron los malos presagios… y las huestes cartaginesas entraron a sangre y fuego por nuestras playas. Nuestra “Leukon-Teijos” se defendió con valentía, pero las fuerzas militares apenas estaban preparadas para hacer frente a algún pequeño ataque íbero, en ningún caso para afrontar la embestida de miles de aguerridos soldados y centenares de bestias. “Las tropas atacaron el recinto amurallado con catapultas. Talaron los campos, incendiaron las viviendas y aniquilaron obstáculos”. Los elefantes embistieron sobre la masa humana, que pereció aplastada, degollada o violada. Aquella gloriosa ciudad, cuyos restos ensangrentados prendió fuego Amílcar Barca, solo había vivido en paz noventa y cinco años.

La leyenda asegura que el clima de esta tierra y su privilegiada situación topográfica, fueron clave para sus fines militares y sus ulteriores conquistas. “Akra Leuka”, la denominó Amílcar desde entonces. “Altura Luminosa” o “Promontorio Blanco”, en nuestra lengua. Él fue el primero, según cuentan los más ancianos, en fijarse en el Monte Benacantil en detrimento del Tossal de Manises. Y como antecesor del Castillo de Santa Bárbara, “situó en su cumbre, un yermo penacho enhiesto, un Cuartel General cual gigantesco nido de águilas, desde el que ver, primero, a sus muchos enemigos”.


 “¿Cómo acabó todo?”, se preguntarán ustedes. Cuentan que Amílcar, en su afán conquistador, se dirigió a la ciudad de “Helike” –Elche- a ponerle sitio. “Ordenó que la mayor parte de su ejército invernara en “Akra Leuka” con los elefantes”, y sólo se llevó a unos pocos hombres, entre ellos, sus hijos. Su confianza le costó la vida. El Caudillo Orisón no fue un rival fácil para él; Amílcar, en su huida a caballo, “se metió en un gran torrente de agua y sucumbió en la corriente”. La leyenda tuvo como epitafio su propia alabanza.

Pero… ¿que hay de veracidad en toda esta historia? Poco o nada, para ser sinceros, tal y como demostró el afamado arqueólogo D. Lorenzo Abad Casal. La hipótesis de que Alicante fuera “Akra Leuka”, a pesar de las siglas en su escudo, no tiene base argumental firme. Los yacimientos ibéricos de los que tenemos noticias en el término de Alicante son sólo eso: yacimientos ibéricos, y no necesitan adornarse con ropajes griegos o cartagineses. “Lo único que probaría una conquista púnica es en el aspecto blanquecino de la línea de costa original” –lo poco que queda de ella- , pero ni de eso se han localizado hallazgos arqueológicos contundentes. Tampoco está probado que “Helike” sea Elche; los datos son escasos y apoyar la aseveración en simples acercamientos fonéticos resulta poco serio. Por último, el indígena que lucha contra Amílcar “es el rey de los oretanos y no el rey Orisón, y el río en que muere el general cartaginés es identificado como el Ebro. Pero sea el propio Ebro, el Tader –Segura- o el Vinalopó, siempre se encontrarán argumentos a favor y en contra.”

Verdad o ficción –más lo segundo que lo primero-, si “Akra Leuka” se escapa de Alicante, también lo hace “Leukon Teijos” y Amílcar Barca con sus elefantes y sus bestias. Quedamos huérfanos de antepasados milenarios con nombres ilustres “y nos vemos reducidos a contar como tales a unos humildes iberos que, desde su pequeño promontorio en el Tossal de Manises, vieron pasar de lejos los ejércitos cartagineses. Y que, como mucho, asistieron a la llegada por mar de comerciantes griegos con los que, eso sí, comerciarían en ocasiones y mantendrían sus disputas y rencillas internas en otras, llegando en no pocas ocasiones a las armas”. Y eso es un poco triste…¿no creen?

No somos nadie.

JUAN JOSÉ AMORES

FRANCISCO ALDEGUER JOVER. IN MEMORIAM

$
0
0

Nos enterábamos del fallecimiento del escritor y periodista noveldense Francisco Aldeguer Jover por la prensa. Una sencilla esquela y una nota a los pocos días sobre su entierro fue lo único que, por increíble que parezca, se publicó sobre él. Todos los que, desde Alicante Vivo, hemos aprendido a querer y a conocer Alicante gracias a sus obras, le tributamos este sencillo homenaje.


Francisco Aldeguer nace en Novelda el 22 de agosto de 1935, trasladándose a los diez años de edad a Alicante, donde establece con su familia su residencia. Es en la Escuela de Comercio de nuestra ciudad donde estudia peritaje mercantil, siendo además Graduado Social, diplomado universitario y miembro de la Junta de Gobierno del colegio provincial. Fue además Jefe de Sección de la Tesorería Territorial de la Seguridad Social.

Pero fue sin duda alguna en el ámbito periodístico y cultural donde Aldeguer mostró sus mejores cualidades. En la década de los 60 comienza a colaborar en Radio Falange y en Radio Alicante realizando diversos programas de información local y provincial, así como el espacio "El campo alicantino y sus hombres" de temática agraria. En el ámbito de la prensa escrita, formó parte de las redacciones de Marcador, La Marina, Sureste y Canfali, siendo además miembro fundador del diario Primera Página y colaborador habitual del diario Información.

En el ámbito deportivo fue Secretario General del Alicante Club de Fútbol desde 1971 a 1977 y de 1979 a 1983, ostentando además la insignia de oro del club. Es también recordado por haber escrito la historia en dos volúmenes de la Copa San Pedro.

Desde que en 1977 publicara su primer libro "Figuras literarias noveldenses" han sido más de veinte libros de temática noveldense, alicantina, festera y deportiva los que han visto la luz. entre ellos son de destacar "Historia de las Hogueras de San Juan 1928-1978" tema que volvería a tratar en la obra "Las Hogueras de Alicante 1928-1994", "80 años del Alicante CF", club al que le dedicó cuatro obras, o la deliciosa saga literaria "Alicante 1930-1939" realizada en colaboración con otros escritores e historiadores alicantinos como Fernando Gil Sánchez, Miguel Martínez-Mena, Raúl Álvarez Antón o Joaquín Santo Matas, y contando con prólogos de Vicente Ramos, Rafael Azuar, Miguel Signes, Joaquín Collía o Enrique Cerdán Tato.

 Desde la Asociación Alicante Vivo nos unimos al dolor de su familia.







OBRAS SON AMORES (4): LA SATONA Y LA PIQUETA

$
0
0

La palabra “arqueología” evoca hoy, cosas del cine y la narrativa, la idea de ciudades milenarias y ruinas olvidadas en lugares remotos, oscuros y atestados de telarañas y tibias enjironadas. El arqueólogo, por su parte, sería el intrépido aventurero de sombrero alado y barba descuidada, de tez morena y aviesa cicatriz en el rostro que, en ningún caso, osaría afear su porte esbelta, grecorromana; y allí él, portador de mochila y brújula, no dudaría en cruzar mares y ríos, montes y cuevas, con tal de descubrir un brillante tesoro oculto bajo la X de un ajado mapa que siempre, siempre, marca el lugar. 

Sueños juveniles aparte, la arqueología es mucho menos bucólica en el día a día de las ciudades; el héroe del celuloide ha dado paso a un sencillo aunque ilustrado ciudadano que excava y escarba los restos de un pasado que en Alicante, concretamente, dormita bajo nuestros pies. Aún así, si les sorprende la idea de un Indiana Jones levantino saltando las murallas del Castillo de Santa Bárbara, mientras el Guardia Civil de turno lo persigue revolver en mano… ¿no sería igual de sorprendente descubrir a un sacerdote, de los de amplia sotana y crucifijo en ristre, ejercitando tales menesteres? Pues en Alicante lo hubo…, y no hace de aquello tanto tiempo. Era cura, sí, y portaba sotana, claro. Y era muy, muy real. Se llamaba D. José Belda Domínguez. Simple y llanamente, el “Padre Belda”.

Así nos lo relataba nuestro ilustre y mentado D. Emilio Soler Pascual: "El día de la Primera Comunión es una fecha que difícilmente se olvida (...) Mi memoria, que se pierde indefectiblemente con el tiempo, queda fija en la foto en blanco y negro, pegada sobre un cartón decorado con purpurina para darle más valor, en la que se contempla un niño más o menos rubio, de unos 8 años de edad, arrodillado frente al sacerdote que le está dando la comunión. Yo, en aquellos momentos, no podía imaginar que algunos años después, bastantes, iba a tratar personalmente al sacerdote al que le había tocado estar presente en la fotografía: el Padre Belda". 


Curioso en ocasiones; extravagante, en otras; excesivo, quizá, siempre. De D. José se decía, en los ambientes cercanos al Museo Arqueológico de Alicante (MARQ), que era un asiduo cliente del Bar Iglesias. “Miguel Iglesias, su propietario, le servía a su llegada un café con leche y unas gambitas”, cuentan los vecinos más ancianos de la zona. “El Padre Belda, sin dudar, las pelaba, las mojaba en tan suculento caldo, y se las comía complaciente”. Como vemos, lo de “personaje atípico” le venía, seguramente, como anillo al dedo, pues su sotana, siempre desgastada y mugrienta, delataba su labor en yermos parajes y angostos pedregales. “Durante la Guerra Civil fue un cura itinerante, sin parroquia propia”, afirman, “pues no era infrecuente verle un día oficiar misa en tal lugar, al siguiente bautizar neonatos en tal otro, y concluir con una extremaunción acullá”. Siempre, eso sí, con su aspecto enjuto y desaliñado.

Otro ilustre, en este caso el insigne Cronista Oficial de Xixona, D. Bernardo Garrigós Sirvent, nos acercó amablemente su biografía, no exenta de grandísimos hallazgos capaces de encumbrarle, sea cual fuere su idiosincrasia, en un pedestal de honor dentro de la arqueología de la provincia. D. José Belda había nacido en Bocairent –Valencia- el 11 de agosto de 1890. Fue en esta ciudad donde aprendió las primeras letras y despertó su vocación sacerdotal, que hizo efectiva en Abril de 1914. En 1922 fue trasladado a la parroquia de Ntra. Sra. de la Asunción, de Penáguila. Allí comenzaría a recoger fósiles por el campo, llegando a conseguir una importante colección de carácter comarcal.

 “Poco a poco comenzó a realizar diferentes prospecciones arqueológicas por los alrededores de la villa: en 1926 descubrió su primer yacimiento, El Penyò del Comanador (…); en 1927 realizó excavaciones en La Foya de Cortés (…) y en 1928 prospectó el yacimiento ibérico de La Solaneta, en Xixona”. No pocas voces criticaron sus métodos poco ortodoxos –dinamita-, ni la desaparición de numerosas piezas; recordemos, sin embargo, que la arqueología de antaño distaba mucho de la actual.

 Adscrito en Alicante a la Iglesia de Santa María, fue D. Francisco Figueras Pacheco quien lo propuso como Director del recién inaugurado Museo Arqueológico de Alicante. Accedería a ese cargo en Septiembre de 1940, tras la enfermedad del anterior Director. “En su labor incrementó los fondos y encaminó todo su esfuerzo en crear un nuevo montaje expositivo”. El Padre Belda sentía verdadera pasión por excavar; en cambio, rehuía de las labores de despacho. “Se planteó entonces la excavación del Castillo de la Torre Grossa, de Xixona”, mientras la Corporación Provincial le abría un expediente por dejación de sus funciones. “A pesar de los múltiples intentos que se realizaron para que dimitiera, éste no lo hizo, interponiendo múltiples recursos ante el Ministerio por su disconformidad a que lo nombraran Director Honorario y le concedieran una pensión anual. Finalmente, la plaza fue otorgada por oposición a D. Enrique Llobregat.”

 D. José Belda moriría en 1969, en un hospital para sacerdotes de Quart de Poblet. Hoy, afortunada o desgraciadamente –decidan ustedes-, ya no quedan “Padres Beldas”. La arqueología ha pasado de ser una actividad amateur y elitista para convertirse en una ciencia sólo apta para grandes eruditos y aviesos profesionales: D. Lorenzo Abad, D. José Lafuente Vidal, D. Enrique Llobregat, D. Pablo Rosser…. Eminentes –y también- intrépidos arqueólogos que, piqueta y brocha en mano, han demostrado que ya no hacen falta cartuchos de dinamita para dar luz a un oscuro pasado alicantino, casi negro. 

Y si bien nunca desaparecerá el suelo bajo sus pies ni trampa maya los sepultará en un abismo sin fin cual película americana, lo cierto es que el terreno sigue siendo hoy inhóspito, aunque ahora sea a consecuencia de intereses urbanísticos, empresariales o políticos.


JUAN JOSÉ AMORES

EL INCIERTO DESTINO DEL MURAL DE MANUEL BAEZA DE BANCAJA

$
0
0
Lejos estaba de mi imaginación todo lo que ha sucedido desde entonces, cuando el 31 de mayo de 2008 escribía en Alicante Vivo el artículo "LOS BAEZA DE LA RAMBLA" . Han pasado solo 4 años y parece una eternidad en que si nos llegan a decir todo lo que iba a pasar con Bancaja o Bankia o como se le quiera llamar, nos hubiera parecido imposible. Todos conocemos esos avatares por los que ha pasado la otrora pujante entidad bancaria. Y una de las muchas consecuencias que ha tenido, es el cierre el pasado 1 de noviembre del Centre Cultural que tenía en nuestra ciudad, concretamente en la Rambla 4, tal como pone en este artículo para ahorrar costes. Y como ya no hay centro cultural, al local, se le ha colgado un cartel de disponible.

Pero siempre hay un pero y es que dentro del edificio y desde 1958 se encuentra un mural que el primer propietario del mismo, el Banco de Vizcaya encargó al pintor y escultor Manuel Baeza. Este mural de grandes dimensiones (2,00 x 6,70 m) hecho a base de teselas cerámicas de 2 x 2 cm, titulado "Los frutos del campo y del mar" fue colocado detrás del mostrador de atención al público para que estuviera a la vista de todo aquel que entrara a la oficina. Después de los cambios de titularidad del edificio, Bancaixa mandó restaurar el mural en 1997 al taller de Vicente Ripollés y se reubicó en la primera planta, en el acceso a la biblioteca donde hasta el mismo día de su cierre ha estado expuesto al público, como desde hacía 54 años.

El problema es que ahora el local se vende y no sabemos qué va a pasar con el mural. El Ayuntamiento de Alicante, tiene catalogado el edificio, pero no nombra para nada la composición (conocido es que el equipo que ha elaborado el nuevo PGOU no ha querido catalogar estos murales), pero yo desconozco si va incluido con el resto del local. Puede pasar de todo: desde que se quede a la vista en el nuevo negocio  que se abra allí, hasta que se lo lleven fuera de Alicante (hay otra posibilidad pero prefiero no nombrarla). Desde luego, lo ideal sería que pasara a ser propiedad pública y se expusiera por ejemplo en el MACA.

El mural: Los frutos del campo y del mar. Manuel Baeza 1958.

Tiempos felices: el Centre Cultural funcionaba a pleno rendimiento.



La triste actualidad.

Artículo publicado cojuntamente con el Blog 

Alacantí de Profit

OBRAS SON AMORES (5): EL GRITO DE LA VIDA

$
0
0

El oficio de pregonero es antiguo y noble. Casi se podría afirmar, sin miedo a error, que es tan ancestral como el propio mundo. “Publicar y hacer notoria, a voz en cuello, alguna cosa de interés por las calles y mercados”, siempre fue una forma de comunicación más útil y rápida que aquella que se hacía a través de papeles, pues hasta no hace excesivos años –siempre hablando en tiempo histórico- no eran muchos los alicantinos que sabían leer y escribir. Si nos atacaba un enemigo o la municipalidad subía el precio de la harina, pongamos unos ejemplos, existía una urgente necesidad de contarlo al populacho; y aquello de “el señor Alcalde hace saber…”, gritado por las calles y recovecos de Alicante, corría de boca en boca mucho más rápido que un chismorreo de Dña. Antonia “la viuda”. 

No obstante, un día llegó la modernidad; y, con ella, la merma considerable del analfabetismo entre la población. ¡Deo Gratias! “Los pregoneros y vendedores dejaron de vocear, hurtándonos así un entrañable trajín urbano y humano”. Se seguía subiendo el precio de la harina, el agua, la luz o la leche –que les voy a contar- pero, a diferencia de antaño, la municipalidad ahora gritaba poco y hablaba quedo, casi en susurros, consciente quizá que no era de recibo asustar al pobre ciudadano que yacía todos los días agachado de espaldas y con los pantalones bajados. “El pregonero había quedado para vestir santos o, como mucho, para anunciar cucañas o celebraciones populares”. Ahí tenemos al rapsoda de las fiestas de Moros y Cristianos, Fogueres de Sant Joan, Navidad, Semana Santa, barrio o pedanía… y paren ustedes de contar.

D. Víctor Viñes Serrano, periodista veraz y narrador elocuente de “las cosas que fueron en nuestro Alicante”, nos acercó hace la friolera de 60 años la vieja estampa de los vendedores ambulantes, desaparecidos de tal forma de nuestra historia que ya ni la memoria de los más ancianos nos hacen cuenta de ellos. En su libro “Al pie del Benacantil”, quedó patente el soplo de fuerza y vida que exhalaron a esta aletargada ciudad… y así quedó para la eternidad aprisionado en sus ronzales, tarros y tinajas de gratos condumios.

 El pregonero según Gastón Castelló

El “slogan” de cada pregonero, obviamente, era único, personal e intransferible, quedando siempre prendido en el ambiente popular de antaño. Tanta fue su perdurabilidad, que los vendedores se relevaban unos a otros, “jalonando toda una serie de recuerdos engarzados en sus gritos y conjuntando una verdadera narración de nuestras costumbres y economía”.

Ese fue el caso de Juanita “La Pastillera”, muy popular en las noches verbeneras del estío, a principios del Siglo XX. Frecuentaba las terrazas de los cafés más selectos de la Explanada –Novelty, Suizo o Comercio- peripuesta, “con vistosas blusas de mangas de farol, amplios encajes en el escote y larga falda negra al gusto de la época”. Portaba una poco voluminosa cestita con golosinas, que unas veces le servían para su pequeño negocio callejero y otras para disimular contactos masculinos menos inocentes: “¡Caramelos! ¡Pastillas de café con leche… son de Logroño!” La rima fácil nos hace suponer cuáles eran esos contactos “menos inocentes”.

Del pintoresquismo de aquellos personajes también cabe recordar a “Don Pitocho”, atildado memorialista de nariz roja y mirada perdida que, entre adivinación y adivinación, ejercía la noble profesión de escribir cartas por encargo a las madres y criadas analfabetas que tenían algún familiar destinado en la Guerra de África, sobre una mugrienta mesilla instalada en la actual Plaza del Ayuntamiento. O aquella “Tía Chamela” de la Plaza de San Cristóbal, que expendía “pringosas confituras contenidas en oxidados botes de hojalata”.

Entre “Ajos de Villena”, “Bachoquetes de Santana” y “Arrop i tallaetes…mel de romer”, circulaban personajes y personajillos que poco o nada entregaron a la ciudad de Alicante más que su encanto y picaresca natural. El “Tío Curruco”, vendedor de golosinas con una conocida fachenda -“el tío de los currucos son de alta novedad, son los currucos de crema del submarino Peral”-, que era respondido con la misma tonadilla por el respetable –“al tío de los currucos, mala puñalá le den; ha puesto a mi niña enferma, con los currucos de ayer”-; o la vendedora de sangre de cordero, que tan buena está frita con cebolla, cuando antiguamente no existía Ministerio de Sanidad alguno capaz de impedir su dispensación pública. “¡Sangueta Calenteta…acabaeta de bollir!”, gritaba a voz en cuello en los atardeceres de verano, cesta en brazo atestada de blancos y limpísimos lienzos que guarnecían “los coágulos de la sangre de cordero, húmedos y esponjosos”.

Aquello sí era un manjar, pues “no había más “tapas” en los bares que las almendras tostadas y saladas, las gambas hervidas y los cangrejos enrojecidos capturados en nuestra costa”, que se expendían por vendedores ambulantes a las puertas del “Café de las Naciones”, “La Austríaca” o “El Chufero”.

Y así, acompañados desde el cálido abrigo de la cama por la voz rota y estridente del sereno –“¡Sereeeeeeeno, ¡qué hora es!”… “¡Las dos y media y lloviendo… Sereeeeeeno!”-, la del tapicero de sillas viejas -“¡Eeeeeeel cahirero!”, o la del vendedor nocturno de café, a diez céntimos el vaso  –“¡Quitoooo… Ponme un café deixos…!”, fueron pasando los años y las eras, hasta llegar, cosas del progreso, a un momento en que, por no acordarnos, ya ni nos suena “El Ciego Gostino”, tocado con mugrienta chistera, que entraba en nuestras casas al son de “¡Ave María Purísima!” -“¡Sin pecado concebida!”, respondido- para recitarnos por cinco o diez céntimos “la orasió del día”, a medio tono y con la vista clavada en el techo con estéril fijeza. 

Como dijo D. Víctor Viñes, “es una auténtica desgracia que todos estos momentos se perdieran”, como asimismo las costumbres y los chascarrillos del ayer. Quizá ahora seamos más listos –o no…-, y también más modernos; pero nadie me negará, llegado el caso, que sin tantas muestras de devoción del populacho alicantino, también somos un poco más huérfanos. 

JUAN JOSÉ AMORES

ASÍ NOS ROBARON LOS TINGLADOS

$
0
0

Perfecto resumen del artículo elaborado por nuestra amiga Mabel
Sólo necesitó una viñeta para resumir a la perfección la negligencia de este derribo.
Como muchos sabéis, el 26 de diciembre, aprovechando la tradición del Ayuntamiento de Alicante de tomar decisiones polémicas en los periodos de vacaciones (garantizándose así siempre menos ruido y protestas), nos despertamos sorprendidos porque en apenas unos meses, habíamos pasado de estar defendiendo el complejo ferroviario más antiguo de España, que se conservaba en excelente estado, a temernos su pronta desaparición y tener que reforzar nuestra lucha por protegerlo ante la amenaza de que podría desaparecer por completo con la llegada violenta, improvisada y torpe del AVE a Alicante.


Los dos edificios desaparecidos de los tinglados en 2011. Sólo unos necios 
fueron incapaces de ver las inmensas posibilidades que podrían haber
 tenido integrándolos y formando parte de la Estación Provisional del AVE

Ese día se terminó de perpetrar una de las mentiras más radicales y vergonzosas de las que hemos vivido en esta ciudad.

La estrategia estaba clara desde el principio, y nosotros siempre supimos que tras todas estas palabras sólo había humo, puesto que ni la alcaldesa, ni la concejal de urbanismo, ni el concejal de Imagen Urbana, ni la Generalitat, ni Adif, ni Renfe, ni la sociedad AVANT, jamás movieron un solo dedo para tratar de proteger este tesoro de nuestra historia.

Pudimos comprobar la mutación planeada, siguiendo el proceso que tan bien conocemos en Alicante, basado en lanzar bulos a la prensa que tranquilicen a la ciudadanía, y posteriormente ir transformándolos poco a poco hasta el último momento, donde se asegure y prometa que se trató de realizar pero fue imposible por las circunstancias. Es un discurso de sobra conocido en Alicante, pero también olvidado muy rápido, por lo que siempre se vuelve a utilizar.

Pudimos comprobar cómo nos felicitábamos por la asombrosa noticia de que el Ayuntamiento acordara en el pleno por unanimidad la decisión de proteger todo el conjunto de Estación (ver este documento en su página 100), pabellones y tinglados en Octubre de 2011 fue transformándose en veladas amenazas de Adif argumentando posibles retrasos en el proyecto por cambios que no tenían previstos (cuando ellos mismos han cambiado el proyecto muchas veces) y que no afectaban en absoluto a la estación provisional, que de hecho, en ese mismo momento era tan provisional que la estaban improvisando.
Así y todo, la postura del Ayuntamiento, que había reconocido el interés patrimonial de estos edificios, empezó a cambiar cediendo ante las presiones de una sociedad en la que participa (Avant) y negando el valor patrimonial de estos edificios para tomar una decisión ridícula e injustificada, como fue el derribo del tinglado norte con el pretexto de que era el que estaba más desfigurado (mentira, pues bajo el mortero de cemento de una de las fachadas, estaba la piedra original) y molestaba para la parada de taxis y la cafetería (que hubiera sido incomparablemente mejor si se hubiera alojado en el propio tinglado).

De esta mentira, asistimos incrédulos a cómo en apenas unos días habíamos pasado de poder integrar los dos tinglados en la estación provisional con un criterio de respeto al patrimonio y puesta en valor de edificios históricos, a ver cómo no sólo derribaban el tinglado norte, sino que también desaparecía más de medio tinglado sur, alegando de nuevo que molestaba y era irremediable para su llegada en 2012 que conseguiría rescatar milagrosamente la economía de nuestra ciudad gracias a la llegada masiva de turistas (recomendamos leer "Este AVE no aterriza")











Un resumen muy claro de cómo en apenas un año se cumple la estrategia 
cuidadosamente programada y planificada de desaparición del patrimonio 
con una transformación del argumentario manipulada e injustificada. 
Todo un auténtico manual de actuación válido para cualquier edificio histórico 
de Alicante y usado en más de una ocasión. 


Sin embargo, el concejal de Imagen Urbana, el mismo que había prometido en verano de 2011 que el complejo ferroviario se protegería entero, garantizaba que se guardarían los sillares hexagonales, y que se reconstruiría la fachada eliminada retranqueándola, y haciendo un nuevo tinglado más pequeño que quedara como recordatorio del pasado ferroviario de Alicante.

Fotografía realizada por Carlos Cuenca 
del derribo del tinglado norte.


Os lo contamos todo en este artículo de febrero de 2012, y desde entonces ahí había estado el resto del tinglado sur. Con las tripas al aire, seccionado y esperando que alguien reaccionara. 

Sin embargo, siguieron con su manual de agresión al patrimonio, cumpliendo a rajatabla todos los pasos: esperaron a que los ánimos se calmaran, a que el aburrimiento y las nuevas noticias relegaran al olvido este escándalo, y aguardaron hasta terminar de borrar una importante página de nuestra historia en Diciembre de 2012, demostrando que sus promesas no valen nada, que el patrimonio y la historia de Alicante no son dignos de su atención, y arrasando con este último vestigio de que la estación de Alicante tuvo un origen vinculado con el tránsito de mercancías entre el interior de España y el Puerto de Alicante, contribuyendo al nacimiento y desarrollo de la industria alicantina. 

Desde entonces, nadie ha dado explicaciones reales del derribo. Se ha atribuido la decisión a un supuesto informe (exista o no, lo que de él se desprende está manipulado y es totalmente sesgado e intencionado) en el que se expone que el tinglado tenía problemas estructurales, y debía derribarse. Esto es algo totalmente ilógico, pues el resto del tinglado estaba en perfectas condiciones al ser una estructura lineal, y no depender lo que permanecía en pie del resto desaparecido. 

Y en caso de que se hubiera degradado hasta requerir la demolición, ¿quién era el responsable de la supervisión del estado de este edificio, que unos meses atrás era digno de entrar en el catálogo de edificios protegidos? ¿porqué se permitió que se llegara a este estado sin intervenir antes o sin evitar este proceso de agresión?. Nosotros seguimos preguntándolo, y aquí aparecemos en Radio Alicante Cadena Ser pidiendo explicaciones y denunciando esta situación:




De lo que pudo haber sido, a lo que fue...


El tinglado sur al completo, antes de ser cercenado, 
en 2010. Fotografía enviada por Sergio Blanes.

La última foto del tinglado sur, 
realizada por Alacantí de Profit

El último tinglado desaparecido. 
Foto de Rafa Sellers.

Fotografía tomada el día del derribo por la PCM desde la ventana 
de las oficinas de AVANT, quienes veían los tinglados a diario, 
y se ve que se cansaron.

Concluyendo, lo único que le ha pasado al Complejo ferroviario de Alicante sólo se llama irresponsabilidad, negligencia e incompetencia por parte de Adif, Ayuntamiento de Alicante y Avant. Ellos son los responsables directos de la desaparición de nuestro patrimonio, y por supuesto de las futuras agresiones que están por venir.

Invitamos a todos los que os sentís agredidos y engañados, a seguir luchando por el patrimonio que nos queda en Alicante. Defendamos con uñas y dientes nuestra historia, y evitemos que nos estafen con estos procesos conocidos y previsibles de dilatar en el tiempo estas situaciones hasta hacer olvidar por cansancio a la ciudadanía todos los derribos programados que están por venir, como el pabellón ferroviario blanco que hay al sur de la estación junto a la Glorieta de Renfe, que el plan del Soterramiento prevé eliminar, o la dramática situación de que la Estación de tren sigue sin estar protegida oficialmente.


Ojalá fueran las últimas páginas arrancadas de nuestra historia, 
pero se avecinan próximas agresiones a nuestro patrimonio...


Para finalizar, recomendamos la lectura del informe para la protección del Complejo Ferroviario de Alicante, que hicimos público en verano de 2011 y que remitimos a prensa e instituciones públicas para solicitar su protección y preservación. En especial, las páginas 24, 25 y 26 tratan sobre los tinglados. 

TIENE NOMBRES MIL (I): LA MUNTANYETA

$
0
0
La desaparició d’una llengua del territori en el qual ha estat assentada durant bona part de la seua Història produeix efectes col·laterals principalment en la toponímia utilitzada per a referir-se, sobretot, a espais geogràfics. Alacant durant el segle passat va augmentar per deu la seua població i això s’ha traduït en una ràpida substitució lingüística del valencià pel castellà que ja venia donant-se en segles anteriors, especialment en les classes altes de la burgesia, que va agafar l’idioma com un dels elements diferenciadors entre rics i pobres i més tard entre gents “de la ciutat” i “els del poble”. 

Amb l’arribada de la Democràcia s’hi va produir un procés de dignificació del valencià que va assolir l’estatus de cooficial a l’Estatut d’Autonomia, amb la creació de la Ràdio Televisió Pública RTVV (a més del senyal de la TV3 que arribava fins a les comarques del sud) i la Llei d’Ús aprovada pel Consell l’any 1983 que incloïa Alacant entre els anomenats municipis on el català tenia “predomini lingüístic”, el nostre idioma va tornar a tindre presència habitual i s’encetava un tímid procés de retolació en valencià de la senyalització i cartelleria provinent de l’Administració. 

Així i malgrat els repars d’alguns moviments socials que van barallar per tal d’evitar-ho, l’Ajuntament d’Alacant està obligat per Llei a impulsar i normalitzar el valencià. L’any 1995, poc abans que el Partit Socialista deixara el Govern municipal es va constituir l’Oficina de Promoció del Valencià, un òrgan que entre els seus comesos té l’impuls d’un Reglament d’Ús que desconec si alguna vegada s’ha arribat a presentar a Alcaldia però que en tot cas mai no s’ha aprovat. Aquest Reglament és de vital importància per a la supervivència de la nostra toponímia, doncs calia un treball de documentació que hauria evitat la desaparició o l’oblit de molts noms tradicionals que han estat esborrats o modificats de manera molt agressiva durant el boom de la bombolla immobiliària per noves denominacions posades des de despatxos d’agents urbanitzadors. 

En aquestes entregues sobre errades de la toponímia alacantina, algunes per manca de Política Lingüística derivada d’unes competències de les que se’n fa càrrec un àrea no especialitzada com és la Regidoria d’Estadística, d’altres creiem que plena i conscientment negligents per tal de castellanitzar nomenclatures tradicionalment valencianes volem denunciar el caos existent i encomanar a l’Administració Pública que, tant per respecte a la tradició com per motius d’imatge, prenga cartes en l’assumpte i encete una progressiva homogeneïtzació almenys en els casos més sagnants. 

 LA MUNTANYETA / LA MONTAÑETA / LA MONTANYETA/ LA MONTANETA 

La Plaça de la Muntanyeta es troba en ple centre d’Alacant. Amb l’arribada del ferrocarril a la ciutat les autoritats municipals van veure la necessitat d’obrir una via que connectara Federico Soto amb el Teatre Principal, projecte de complicada execució per la dificultat geogràfica que suposava l’existència del Tossal de Sant Francesc. 

 
Destrucció del Tossal de Sant Francesc i la Torre de Sant Cayetano

Les obres 'iniciaren a l'any 1931 tot i van haver de ser interrompudes per l'alçament militar feixista del General Franco que desencadenà la Guerra civil espanyola contra el Govern de la II República. Una vegada guanyada la guerra per part dels colpistes, els treballs es reanudaren i es dissenyà la plaça resultant com un dels punts neuràlgics d'Alacant amb la construcció del Govern civil, la delegació d'Hisenda i l’Església de Nuestra Señora de Gracia: Poder militar, econòmic i religiós. Aquest nou lloc va ser batejat oficialment com a Plaza del Caudillo. Amb l'arribada de la Democràcia la Plaça va recuperar el nom popular que li havien donat els alacantins a eixe espai des de sempre: la Muntanyeta. Però, curiosament, sembla que mai un nom tan senzill va donar tants problemes com aquest. L'Administració local no s'ha esforçat per homogeneïtzar la denominació i inclús ha contribuït en més d'una ocasió a la confusió existent. Ací va la mostra:

PRIMER EXEMPLE

foto(8) 

Els diminutius en -eta són propis dels territoris pertanyents a l'antiga Corona d'Aragó i utilitzats en llengua valenciana/catalana. La castellanització, doncs,del topònim "Muntanyeta" és obvia peròantiga: recordem que la normalització lingüística al  País Valencià  és un fenomen recent. La senyalització més antiga,  (instal·lada durant govern municipal socialista)  és la millor des del punt de vista  garantista del bilingüisme de les que històricament  s'han instal·lat a Alacant.  Això sí, si no fóra per què té faltes d'ortografia.

SEGON EXEMPLE

foto(7) 

Ja amb el disseny de plaques modern vigent en l'actualitat, on segons l'Ordenança reguladora de la denominació i retolació de vies públiques i numeració d'edificis, els senyals s'alternen en castellà i valencià s'ha optat per un model correcte en cada un dels idiomes. Això sí, la placa biogràfica en espanyol (recordem que la única a Alacant en valencià és la recent de la Plaça del 25 de Maig)

TERCER EXEMPLE

foto(1) 

Ara bé, que siga correcte lingüísticament no vol dir que ho siga legalment. La normativa aprovada per la Generalitat contempla que "els topònims i la designació genèrica que els acompanya s'hauran d'usar, qualsevol que siga la llengua emprada en la resta d'elements informatius, en la llengua de predomini lingüístic de la zona a què pertany el topònim" (Ordre de la Conselleria d'Educació i Ciència d'1 de Desembre de 1993).

QUART EXEMPLE:

La darrera retolació instal·lada amb motiu de la renovació del pàrquing a l'ha acabada d'embolicar i directament anant un pas endavant i oblidant-se de la "ñ". 

La darrera retolació instal·lada amb motiu de la renovació del pàrquing l'ha acabada d'embolicar anant un pas endavant i oblidant-se de la "ñ", ja no és ni La Muntanyeta, ni La Montanyeta, ni La Montañeta, és Montaneta, aprofundint en un altra agressió que pateix la toponímia alacantina: La desaparició de l'article

XAVIER LÓPEZ DÍEZ

Publicat conjuntament amb el seu bloc 



EL MERCADO CENTRAL EN LA HISTORIA DE ALICANTE (1922-2012)

$
0
0

A finales del siglo XIX, Alicante contaba con dos mercados de abastos. El primero, el de la Puerta del Mar, levantado en 1841 según los planos del arquitecto Emilio Jover Pierron; y el modesto Mercado de García Calamarte, situado en el centro de la Plaza de Hernán Cortés (hoy Plaza Nueva), abierto en el año 1883. Dichos mercados eran insuficientes para el abastecimiento de la población a finales del XIX, siendo además su higiene bastante lamentable.

Antiguo Mercado de la Puerta del Mar (Foto AMA)

En esta postal se observan claramente los dos edificios
del antiguo Mercado de la Puerta del Mar

Ya en 1870, es decir 29 años después de la construcción del Mercado de Abastos, el alcalde Maisonnave propone la instalación de un nuevo Mercado en la Plaza de San Francisco (hoy Calvo Sotelo), idea que no prosperaría. Veinte años después, el 7 de marzo de 1890, se propone la reforma del viejo mercado y la instalación de una estructura metálica, solicitándose además la construcción de otros mercados de barrio, citándose Benalúa, la Plaza del Teatro (hoy Ruperto Chapí) y la de Balmes (hoy del 25 de mayo). Pero nada de envergadura se hace y los mercados de la ciudad siguen con los mismos problemas, denunciados con asiduidad por la Prensa alicantina.

La situación se agrava cuando el Ayuntamiento acuerda el 1 de mayo de 1899 trasladar el Mercado de García Calamarte al Barrio de Benalúa puesto que en su actual ubicación no era rentable. Para ello acuerdan talar 106 pinos de la plaza que en proyecto se denominaba "Los Diez Amigos", situada en dicho barrio, e instalar allí el Mercado. Como si de una maldición se tratase, el nuevo Mercado de Benalúa es rechazado por los vecinos, por lo que es clausurado definitivamente y convertido en Institutlo de Higiene y Laboratorio Municipal en 1912.


Teatro Circo en el centro de la Plaza de Balmes. Detrás, en rosa, 
los terrenos  que tuvieron que ser expropiados para crear lo que hoy es 
la Plaza del 25 de Mayo (Plano del Año 1897. Biblioteca Gabriel Miró)


En 1901 se anuncia la subasta para la construcción de un nuevo Mercado de Abastos en la ya definitiva ubicación de la Plaza de Balmes por 648.915,49 pesetas, pero el concurso, celebrado al año siguiente, queda desierto. Algo que también vuelve a ocurrir tres años después. Pese a ello, la Comisión del Ensanche inicia un lento proceso para expropiar terrenos anexos a la Plaza de Balmes quedando así liberados 777 metros cuadrados, más los del desaparecido Teatro Circo.

Templete levantado en la Plaza de Balmes (Foto: Cantos)
De la revista "La Hormiga de Oro" 25 de febrero de 1911

El tiempo pasa, y diez años después, se anuncia  -por fin- el acto de colocación de la primera piedra del nuevo Mercado de Abastos de la Plaza de Balmes. El 12 de febrero de 1911 el Rey Alfonso XIII, acompañado, entre otros por José Canalejas, coloca la primera piedra del nuevo edificio. La plaza se encontraba engalanada para la ocasión, habiéndose instalado un templete en la misma para exponerle al Monarca el proyecto, encargándose de ello el Ingeniero Próspero Lafarga. Cuentan que el propio Rey elogió el proyecto del señor Lafarga.Tras el protocolo habitual, el Secretario leyó el acta de colocación de la primera piedra:


"En la Ciudad de Alicante, el día 12 de Febrero de 1911, en la Plaza de Balmes, S.M el Rey Don Alfonso XIII (qDg) procedió a colocar solemnemente la primera piedra para la construcción de una plaza de abastos; extendiendo el presente Acta que, con S.M. firman su Real séquito, representantes en Cortes, autoridades de esta ciudad y demás personalidades invitadas"


En primer plano S.M. Alfonso XIII

 Entrando ya en temas de historietas populares y leyendas urbanas, cuentan que fue en una noche de marzo del año 1912 cuando el alcalde Federico Soto, atraído por los acordes de la Banda de Música que actuaba en el Templete, se asomó a un balcón del Paseo de los Mártires y, tras dirigir su mirada a la gente allí congregada, posó su mirada en la antiestética mole negra que, fuera de alineación, invadía parte del paseo. Era, efectivamente, el Mercado de Abastos.

Dicen que alguien le preguntó al Sr. Soto: 

-¿Cuándo habrá un alcalde valiente que se atreva a derribar ese viejo y maloliente mercado?
- ¡Ese alcalde seré yo! dicen que contestó airado Federico Soto.
- ¿Cómo puede pensarse en ello sin sitio donde instalarlo? le preguntaron
- Yo lo colocaré en un sitio donde más moleste en la población y será el medio seguro de que pronto se construya otro mercado.


Y lo hizo. El 21 de octubre de 1912 se inicia el derribo del viejo Mercado. Cinco días después del derrumbe total se instaló el Mercado en el Paseo de Méndez Núñez y Plaza de Castelar (hoy  denominadas Rambla de Méndez Núñez). Para ello tuvieron que retirarse bancos, algunos árboles, verjas e instalar unos puestos provisionales colocados de mala manera que fueron tildados por la Prensa como dignos de un zoco árabe.


El Mercado de Abastos instalado en el Paseo de Méndez Núñez
por obra y gracia del alcalde Federico Soto

Mientras, el solar del antiguo mercado comenzaba a urbanizarse, si bien había quedado reducido casi a la mitad al alinearse las fachadas y completarse el paseo. En enero de 1913 se determina que el Ayuntamiento recibiría de la Junta de Obras del Puerto 251.000 pesetas por los terrenos. Los primeros en levantarse fueron los edificios Soto y Lamagnière, este último en 1916. En el año 1923 se daría por terminada la Casa Carbonell.

¿Y el nuevo mercado?

En 1914 el Ayuntamiento acuerda dividir la construcción en dos secciones. La primera comprendería la construcción del edificio aprobado entre las calles de Alfonso el Sabio, Calderón de la Barca, Concepción (hoy Vicente Inglada y Poeta Quintana) y Prolongación de Castaños (hoy Jaime Segarra) con un coste de 438.917,08 pesetas. Se dejaría para más adelante la construcción de la estructura metálica posterior, terminada en 1924.


 Pero con el paso de los años los costes y precio del material han aumentado, por lo que los arquitectos Francisco Fajardo y Juan Vicente Santafé fijan el coste definitivo en 1.247.000 pesetas. La primera subasta vuelve a quedar desierta por lo que se acuerda realizar una nueva el 31 de marzo de 1915.

La situación es tan insostenible que, en ese mismo año, unos financieros franceses llegaron a proponer al Ayuntamiento la construcción y administración de un mercado de abastos. La Corporación, presidida por el alcalde Eugenio Botí aprobó dicha petición a la desesperada, en sesión del 8 de octubre de 1915. A pesar de ello nada se hizo.

Al final es la Caja de Ahorros y monte de Piedad de Alicante, presidida por el abogado José Guardiola Ortiz, la que financia el proyecto, facilitando a finales de abril de 1919 un crédito de medio millón de pesetas al 5,50% anual por doce años, operación ampliada posteriormente a 900.000 pesetas.

La obra acabaría siendo dirigida por el arquitecto Juan Vidal Ramos, el cual, manteniendo la forma básica del proyecto original, le daría su toque personal a la obra, la misma que hoy contemplamos para disfrute de nuestros sentidos.

 
El Mercado Central sin su fachada característica

 El Mercado ya terminado, en los años 20

Por fin, el 12 de noviembre de 1922, décimo aniversario del asesinato de Canalejas, a las once de la mañana se inician los fastos organizados para la inauguración oficial del edificio. El acto fue presidido por la Duquesa de Canalejas y su hijo José. Acompañaban a la comitiva José Francos Rodríguez, Ministros de Gracia y Justicia y Antonio Bono Luque, alcalde de Alicante. Esa misma tarde, quedaba inaugurado el edificio.

Se daba inicio así a 90 años de próspera existencia sólo alterada por la clausura del Mercado el 28 de noviembre de 1987 para someterse a una reforma integral que se iniciaría al año siguiente. Durante ese tiempo, los puestos pasarían a la Lonja, en la que se inauguraría el Mercado Provisional el 1 de diciembre de 1988. Cuatro años después y con un coste de 1.000 millones de pesetas el remozado Mercado central abriría de nuevo sus puertas.

Placas inaugurales de la Plaza del 25 de mayo y de la 
reinauguración del Mercado el 15 de febrero de 1991


ALFREDO CAMPELLO

Fuentes:

- GIL SÁNCHEZ, FERNANDO. "El Mercado central no desaparecerá" en Información, 26 de junio de 1985
- GIL SÁNCHEZ, FERNANDO. "El Mercado Central cumple hoy 63 años" en Información, 12 de noviembre de 1985.
- SEVA VILAPLANA, VICENTE."Los alicantinos recuperan el Mercado de Abastos, en obras desde 1987" en La Voz de la Provincia nº3, 1991

Artículos de interés:

- MERCADO CENTRAL, 90 AÑOS NO SON NADA
- LOS TERRENOS DEL MERCADO CENTRAL
- EL MERCADO CENTRAL DE ALICANTE EN 1965 (con vídeo)
- EL MERCADO DE LA PUERTA DEL MAR 
- EL MERCADO DE BENALÚA
- MERCADOS, MERCADILLOS Y VENTA AMBULANTE 

- EL MERCADO CENTRAL Y SUS PUESTOS 1 (Alacantí de Profit)
- EL MERCADO CENTRAL Y SUS PUESTOS 2 (Alacantí de Profit)
- EL MERCADO DE ALICANTE CUMPLE 90 AÑOS (La Terreta de Toni)
- BALMES VS BALMIS (Carrers d'Alacant)



OBRAS SON AMORES (6): COM LES PALMERES DE JUNT AL MAR!

$
0
0

Pasear por la Explanada de España, al amparo de sus frondosas y altivas palmeras, se ha convertido en una de las costumbres más practicadas por los habitantes de esta tierra desde tiempos inmemoriales, y en uno de los anhelos más deseados de todos aquellos que vienen a visitarnos desde lejanos países allende los mares. Estas joyas exóticas del reino vegetal, compañeras inseparables de muchas localidades levantinas, adornan nuestros recuerdos y nuestras fotografías más personales como si de un miembro más de nuestra familia se tratase, escondiendo en su pasado, eso sí, un misterio que se remonta a los años más antiguos de nuestra historia. 

Como nos contaba el insigne alicantinista D. Jaime Pomares Bernad, si bien la palmera “es actualmente el árbol más representativo de Alicante”, lo cierto es que para nuestros ancestros era una especie totalmente desconocida o, al menos, de contemplación muy esporádica. Se habla que fueron los fenicios, con su gran poder comercial y aún más destacado bagaje cultural en toda la cuenca del Mar Mediterráneo, quienes la introdujeron en “la terreta” desde Oriente Próximo; otras hipótesis convertidas en leyenda, en cambio, apuntan al sanguinario imperio cartaginés, capitaneado en estos lares –según ciertas teorías no contrastadas- por Almícar Barca, como el máximo responsable de tal asunto, suponemos que por aquello de su “Akra Leuka” y nuestro “Promontorio Blanco”. 

Fuera quien fuese el responsable de aquello, y teniendo como segura la única y verdadera certeza “de que el impulso grandioso de su propagación se debe a los árabes que las plantaron por millares desarrollando su cultivo”, hasta el derribo de nuestras murallas a partir del año 1858, Alicante “estaba comprimida dentro de un cinturón de calles estrechas y empinadas, insalubres y sucias, sin ningún espacio libre”, en las que florecían especies vegetales y arbóreas de pequeño porte, tan diferentes entre sí como los álamos –negros y blancos-, chopos o pinos. Pero palmeras, lo que se dice “palmeras”…pocas o muy pocas. “En las calles y avenidas, el suelo era de peña, y los alcorques quedaban aprisionados entre bordillos de acera y adoquines”. Incluso la actual Explanada, “estaba formada por acarreos de cascotes y piedra de cantera”


 “Tuvo que ocurrir un hecho tan luctuoso como el fusilamiento de Pantaleón Boné y sus “Mártires de la Libertad un 8 de marzo de 1844” para que, aprovechando los terrenos liberados al desartillarse el Baluarte de San Carlos “y los que se iban ganando al mar con los materiales del derribo de las susodichas murallas”, se crease con frondosa y exuberante vegetación el paseo que hoy recibe el nombre de Explanada de España y antaño, solo, Malecón. Fue entonces cuando se pensó en engalanarlo “con el árbol que mejor crecía y resistía a los ambientes salinos y los temporales de Levante: la palmera. Palmeras que, como no, llegaron de nuestro vecina y querida localidad de Elche, donadas por el prócer y Alcalde de la localidad, D. Antonio Bernad Sánchez, y plantadas por el Ingeniero Agrónomo, también ilicitano, D. Mariano Llofriu Ibarra”. Silenciemos, pues, ridículas e infantiloides disputas entre vecinos que no vienen al caso. 

Poco a poco, la palmera “fue invadiendo Alicante; primero cambió sus especies la calle de San Vicente (popularmente conocida como “Carrer dels arbres”, por motivos obvios); después vistieron las avenidas de Gadea, Soto y Marvá, para terminar coronándose como la reina indiscutible de la Rambla, Alfonso el Sabio, Avenida de la Estación, Oscar Esplá y Aguilera”. Altas, longevas, limpias, majestuosas, de cultivo rentable… incluso acompañante de los juegos infantiles tradicionales, “cuando nos ejercitábamos con piedras para obtener dulces y baratos dátiles, caídos del cielo, y para correr delante del guardia civil de turno que pretendía acabar con lo que entonces se calificaba de intolerable conducta”. ¡Cómo han cambiado los tiempos, Señor!

El 3 de Marzo de 1933, siendo Alcalde D. Lorenzo Carbonell Santacruz, se elevó en el pleno del Ayuntamiento de Alicante una pregunta del Concejal socialista, D. Manuel González Ramos, para que el primer edil “explicara la razón de sustituir los tradicionales árboles de Alfonso el Sabio por palmeras”, ya que consideraba que los primeros eran más adecuados para la ciudad que las segundas. El Alcalde respondió entonces aquello de “Ya me darán la razón los vecinos cuando dentro de dos años haya desaparecido el insano polvo de sus calles, pues el árbol que produce más salud y más sanidad es la palmera. No tiene nidos, ni moscas, ni mosquitos, ni insecto alguno, y tamiza el suelo de tal forma que lo hace firme”. El bueno de “Llorenset” no sufría en sus carnes, sin duda, la plaga del esclarecido “picudo rojo” que tantos dolores de cabeza produce a nuestros gobernantes de un tiempo a esta parte. 

Por último, la tradición oral cuenta, no sabemos si con acierto o equivocación, que durante los tres años que duró la despiadada Guerra In-Civil, los alicantinos nos comportamos de forma noble y respetuosa no sólo con nuestras palmeras, sino con el resto de especies vegetales y arbóreas que poblaban nuestros circundantes montes. En tiempos de escasez de alimentos, dramas personales e imposibilidad de conseguir combustible alguno para sobrevivir, el civismo de los ciudadanos quedaba patente de una manera generalizada con el cuidado y respeto de nuestra masa forestal. “Pocas palmeras desaparecieron de nuestras calles, y escasos árboles de la frondosa ladera del Benacantil se talaron en aquellos luctuosos meses”, recuerdan algunos vecinos del Raval Roig, “a pesar de la urgente necesidad de la población para cocinar o calentarse”. Y aquellos salvajes y desaprensivos que actuaron sin escrúpulos en la zona del Tossal, fueron inmediatamente reprimidos por las autoridades a través de bandos municipales.

Parece que ya entonces, entre tantas vicisitudes y tragedias humanas, las palmeras eran benignas con nosotros..., y nosotros clementes con ellas. Una lección de respeto y amor propio la que todos deberíamos aprender siempre.

No somos nadie. 

JUAN JOSÉ AMORES

LES FOGUERES EN EL NO-DO

$
0
0

El «NO-DO» (Noticiarios y Documentales) se creó, tras una etapa previa durante la Guerra Civil Española en la que se llamaba simplemente «Noticieros», por acuerdo de la Vicesecretaría de Educación Popular, el día 29 de septiembre 1942, y por resolución de la misma del 17 de diciembre del mismo año (B.O.E. de 22 de diciembre). Surgió como un servicio de difusión de noticiarios y reportajes, filmados en España y en el extranjero, «con el fin de mantener, con impulso propio y directriz adecuada, la información cinematográfica nacional», es decir, servía por un lado de aparato de propaganda del franquismo, y por otro, de hilo de unión de los españoles con el mundo.

Capturas de la cabecera del NO-DO

Se atribuyó al NO-DO la exclusiva de la producción de noticiarios, y se decretó la obligatoriedad de su exhibición en todos los cines del territorio nacional, posesiones y colonias. Su primera proyección tuvo lugar el día 4 de enero de 1943, y así se mantuvo durante treinta y dos años hasta que, en 1975, dejó de ser obligatoria su exhibición, pasando a tener carácter voluntario. Pero la inmediatez de la información de la televisión hizo que fuera necesario cambiar su formato, de modo que se sustituyesen las noticias por reportajes con un interés más permanente. En esta reconversión se introdujo la «Página en Color» en 1968, para reportajes de carácter artístico, monumental o turístico. Posteriormente, en concreto desde el 4 de julio de 1977, el NO-DO, transformado ya en «Revista Cinematográfica», comenzó a realizarse íntegramente en color. La producción cesó en 1981, siendo su último número de fecha 25 de mayo.

Los archivos del NO-DO están compuestos por tres clases de documentos: los archivos fílmicos, los registros sonoros del documento audiovisual y los documentos textuales. Los producidos para España fueron 1.966 números, repartidos entre los siguientes materiales: 2.909 en blanco y negro, 908 en blanco y negro y color y 199 en color, lo que hace un total de 4.016 materiales. La conocida sintonía del NO-DO, así como las músicas de apoyo a las imágenes, fueron obra de Manuel Parada, famoso compositor de bandas sonoras de la época.

Diferentes formatos y cabeceras del NO-DO

Por la Ley 4/1980 de 10 de enero de Estatuto de la Radio y la Televisión, que constituyó el antiguo «Ente Público Radiotelevisión Española», NO-DO quedó extinguido como organismo autónomo y fue íntegramente absorbido por RTVE. En la actualidad, el archivo histórico de las emisiones de NO-DO es custodiado conjuntamente por la Filmoteca Española y el Departamento de Documentación de Radiotelevisión Española. Los archivos de NO-DO contienen mucho más material del que fue proyectado en las salas de cine, que en su mayor parte permanece inédito.

En diciembre de 2012, los Medios Interactivos de RTVE digitalizaron y lanzaron el NO-DO completo en la web, pudiendo ser consultados en su totalidad por los usuarios de todo el mundo, y no sólo por investigadores como hasta la fecha, estos documentos excepcionales de la historia de la transformación de España. Sólo faltan cinco noticiarios perdidos.

Fruto de una investigación exhaustiva de las imágenes contenidas en el NO-DO sobre Les Fogueres de Sant Joan, ha sido posible localizar todos los números emitidos que contienen información sobre la Fiesta, estudiarlos y montarlos en este artículo. Han resultado ser doce documentos, de entre uno y dos minutos y medio de duración, en dos de los cuales se ha perdido el sonido (1946 y 1950), siendo todos en blanco y negro, excepto los dos últimos, que ocupan la «Página en Color» (1969 y 1971). Estos doce números aparecen repartidos de forma irregular en el tiempo, y vemos que en los siete años de emisión de la década de los cuarenta hubo cuatro apariciones de la Fiesta de Fogueres, además, consecutivas (1943-1946); en los años cincuenta, se mantuvo la frecuencia, pues apareció en cinco ocasiones (1950, 52, 55, 57 y 59); en los sesenta decrece drásticamente a dos números del NO-DO (1964 y 1969); para casi desaparecer en los setenta, con una única emisión de Les Fogueres de Sant Joan (1971). Veámoslos.



NO-DO 28-A, de 12 de julio de 1943 (fragmento 6:35-8:07).


Entre imágenes de la Entrada de Bandas, podemos ver la Foguera Benito Pérez Galdós (¡Ya era hora!, de Gastón Castelló, Primer Premio de Primera Categoría), la Foguera Santa Isabel (La moderna cenicienta, de Ramón Marco, Segundo Premio de Primera Categoría), de nuevo la Foguera Benito Pérez Galdós por su parte posterior, la Barraca Peña «Los Gorilas» (de Gastón Castelló), la Foguera Paseo de Campoamor (Campanes al vol, de Domingo Tafalla, Segundo Premio de Segunda Categoría), y la Foguera del Mercat (Vicio y virtud, de Manuel Capella Guillén, Tercer Premio de la Compañía de Tranvías). Tras el lanzamiento de la «Palmera», la cremà de la Foguera Plaza de Chapí (El fuego todo lo purifica, de Ramón Marco, Primer Premio de la Compañía de Tranvías).



NO-DO 80-A, de 10 de julio de 1944 (fragmento 6:34-8:09).


Tras las imágenes iniciales de los Nanos i Gegants, podemos observar imágenes de la Foguera Méndez Núñez (¡¡Ya llegó el circo!!, del tándem José Navarro y Ángel Berenguer) y su ninot dedicado a José Roméu Zarandieta. La Foguera San Fernando-Lonja (El gasógeno, de Agustín Pantoja,Primer Premio de Categoría B), la Foguera Plaza de Chapí (Canción de Pascua, de Gastón Castelló), y la Foguera Benito Pérez Galdós (Alicante y las Bellas Artes, también de Gastón Castelló, Primer Premio de Categoría A). Ya de noche, unas pobres imágenes de lo que parece ser la Foguera del Mercado (La gran inyección o El resurgimiento de Alicante, de Jaime Giner), y, tras la «Palmera», la cremà de la Foguera Plaza 18 de Julio (Taras de Alicante, de Enrique Vidal), y de la Foguera Benito Pérez Galdós.



NO-DO 132-A, de 9 de julio de 1945 (fragmento 3:29-5:56).


De nuevo tras los Nanos i Gegants, una breve imagen de la Foguera Plaza 18 de Julio (El lastre que a la Fiesta hunde, de Enrique Vidal, Tercer Premio de Categoría A), la Foguera del Mercado (Centro, Oriente y Occidente, de Gastón Castelló, Primer Premio de Categoría A), y la Foguera Plaza de Chapí (La mateixa cansó, de Manuel Baeza, Segundo Premio de Categoría A). En la Barraca Cañaeta Peixet, ambiente festero y bailes populares, y a continuación la cremà de la Foguera del Puerto (Canyaeta... Peixet, de Vicente Morera, Tercer Premio de Categoría B), vista desde el agua, seguida de la cremà de la Foguera Méndez Núñez (San Chuan y San Pere, de Agustín Pantoja), de la Foguera Gabriel Miró (Costumbres de ayer y hoy, de Adrián Carrillo, Primer Premio de Categoría B), y de nuevo de la Foguera del Puerto, erróneamente seguida de la «Palmera».



NO-DO 183-B, de 8 de julio de 1946 (fragmento 5:41-7:54). El archivo original está defectuoso y no tiene sonido.


Comienza con calles adornadas y, tras la imagen de la fuente de la Plaza de los Luceros, la Foguera Alfonso el Sabio (Cría fama y chitat a dormir o La fuente de los suspiros, de Ramón Marco), una réplica de la misma. Después aparecen imágenes de la Foguera Plaza de Chapí (Les profesíes del sabio Chirivía, de Agustín Pantoja, Segundo Premio de Primera Categoría), y la Foguera Santa Isabel (Tauromaquia, de Ramón Marco, Premio Especial). Tras la «Palmera», la cremà de la Foguera Méndez Núñez (La desintegración del átomo, de Agustín Pantoja), y de la Foguera Gabriel Miró (No cal que amarreu els gats, de Adrián Carrillo, Primer Premio de Segunda Categoría).



NO-DO 392-A, de 10 de julio de 1950 (fragmento 0:57-1:52). Sin sonido en el original.


Imágenes del Cartel Oficial de Fogueres 1950 (Contraluz, de Carlos Baeza), seguidas de la Foguera Rambla de Méndez Núñez (País de abanico, de Antonio Hernández Gallego, Primer Premio de Primera Categoría), la Foguera Séneca-Autobuses (Sucedáneos en el Arte o Lo que va de ayer a hoy, de Ramón Marco, Premio Especial), y su ninot indultat (Carmen Miranda y Groucho Marx). Finaliza, igualmente, con la cremà de la Foguera Séneca-Autobuses.



NO-DO 496-A, de 7 de julio de 1952 (fragmento 0:28-2:20).


Se suceden secuencias de la Foguera Benalúa (Somos así, de Jaime Giner, Premio Especial), la Foguera Plaza de Ruperto Chapí (Desde el atre món, de Agustín Pantoja, Primer Premio de Primera Categoría), la Foguera Calvo Sotelo (La estampa del cantar, de los Hermanos Capella, Segundo Premio de Primera Categoría), la Foguera Rambla de Méndez Núñez (Cuentos y cuentistas, de Antonio Hernández Gallego, Tercer Premio de Primera Categoría), para finalizar con la cremà de la Foguera Rambla de Méndez Núñez, apareciendo anacrónicamente después la «Palmera».



NO-DO 652-B, de 4 de julio de 1955 (fragmento 7:58-8:50).


Imágenes de la Foguera Méndez Núñez (Casos y cosas taurinas, de Antonio Hernández Gallego, Segundo Premio de Primera Categoría), la Foguera Benalúa (No sabem lo que tenim, de Jaime Giner, Premio Especial), finalizando con la cremà de la Foguera San Fernando-Lonja (La agonía de Talía, de José Gutiérrez, Primer Premio de Primera Categoría).



NO-DO 756-B, de 1 de julio de 1957 (fragmento 7:47-10:08).


Comienza con imágenes de calles adornadas, vemos la calle Huerta (La Ratita) y la calle Guardiola Sur (Primer Premio). A continuación, la Foguera del Mercado (El sueño, de Alfonso Capella), la Foguera Benalúa (Al pas que anem, ¿cuánt u vorem?, de Jaime Giner, Premio de la Cámara de Comercio), y la Foguera Alfonso el Sabio (De Alacant, de Ramón Marco, Premio Especial). Y tras la tradicional «Palmera», la cremà de la Foguera Alfonso el Sabio.



NO-DO 861-A, de 6 de julio de 1959 (fragmento 8:04-9:37).


Tras un desfile de Moros y Cristianos, imágenes de la Foguera Benalúa (Séptimo Arte, de Ramón Marco, Primer Premio de Categoría Especial), y la Foguera del Mercado (Como se vivía, como se vive y como se vivirá, de Ramón Marco, Primer Premio de Primera Categoría). Finaliza con la «Palmera», y la cremà de la Foguera Benalúa.



NO-DO 1.122-A, de 6 de julio de 1964 (fragmento 2:05-3:03).


Secuencias de la Foguera Ciudad de Asís (La caída de los condenados, de Ramón Marco, Primer Premio de Categoría Especial) y su ninot indultat (Los Beatles), la Foguera Benalúa (Los Diez Mandamientos, del tándem formado por Luis López Sarabia y Mauricio Gómez, Segundo Premio de Categoría Especial), y la calle adornada Guardiola Sur (Paseo Oriental). Y tras la cremá de la Foguera Benalúa, imágenes de la Cabalgata Histórica de Doña Violante y Alfonso el Sabio.



NO-DO 1.385-B, de 21 de julio de 1969 (fragmento 8:31-10:53). Ocupa íntegramente la «Página en Color».


Imágenes de la Foguera Ciudad de Asís (Poderoso caballero, de Ramón Marco, Primer Premio de Categoría Especial) y su ninot indultat (Urtáin), la Foguera Plaza 18 de Julio (Su Majestad la esclavitud, de Juan Capella, fuera de concurso, Mención de Honor), y secuencias de bailes populares. Alicante iluminada, con imágenes de la Foguera Mercado Central (La manzana, de Agustín Pantoja, Premio de la Cámara de Comercio), y la cremà de la Foguera Plaza 18 de Julio.



NO-DO 1.489-B, de 19 de julio de 1971 (fragmento 8:37-11:07). «Página en Color», íntegra.


En este último NO-DO, vemos imágenes de la Foguera Plaza 18 de Julio (La droga, de Juan Capella), la Foguera Calderón de la Barca-Plaza de España (La vida es sueño, de José López Sarabia, Segundo Premio de Segunda Categoría), y la Foguera Benalúa (Las cuatro estaciones y algún apeadero, de Ramón Marco, Primer Premio de Categoría Especial). Tras un desfile de Moros y Cristianos, el lanzamiento de la «Palmera» y la cremà de la Foguera Benalúa.

(Artículo publicado en el blog «La Foguera de Tabarca»)

ALICANTE Y LA GUERRA DE LOS INFANTES DE ARAGÓN (1429-30). PARTE 1

$
0
0

Los infantes de Aragón y la Corona de Castilla.

Tras el Compromiso de Caspe (1412), el regente castellano don Fernando de Antequera, tío del rey Juan II, se convirtió en el monarca de la Corona de Aragón. El linaje de los Trastámara se sentaba en los tronos castellano y aragonés con importantes repercusiones de cara al futuro. Don Fernando murió en 1416 y dejó la corona a su hijo don Alfonso. Los hermanos del flamante rey aragonés obtuvieron destacados honores y patrimonios. Eran los infantes de Aragón, que trataron de imponer su voluntad al débil titular de la realeza castellana, originando una serie de conflictos en el interior de Castilla y entre ésta y Aragón. Por su posición geográfica cercana a Castilla y su valor estratégico la entonces villa de Alicante se vio involucrada en estas luchas fratricidas.

 El infante don Enrique de Aragón no pudo retener al propio rey Juan II para someterlo a sus dictados, y en junio de 1423 fue hecho prisionero. Sus seguidores se exiliaron en el Reino de Valencia. Su esposa doña Catalina, hermana de Juan II, alcanzó la fortaleza de La Mola, desde donde con la inestimable ayuda de don Pero Maça se dirigió a Cullera y Denia. Tal lance ocasionó en 1425 el desafío caballeresco de don Pero, señor de Novelda, con el señor de Almazán, del linaje de los poderosos Mendoza de Castilla.

 Castillo de la Mola (Novelda)

A partir de julio de 1424 Alfonso V de Aragón se preparó para la guerra, contratando caballeros valencianos y solicitando ballesteros de los municipios del Reino. Por el Pacto de Araciel (3 de septiembre de 1425) se alcanzó la liberación del díscolo Enrique de Aragón, aplazándose de momento la colisión. Sin embargo, no todos los aristócratas castellanos se resignaron a esta injerencia aragonesa. Don Álvaro de Luna logró ganarse el favor del rey don Juan, y decidió oponerse a los infantes. Alejó de la Corte a don Enrique y a su hermano don Juan, que se convertiría en rey de Navarra, aprovechándose de sus discordias. Aplazada su tentativa de dominio del Reino de Nápoles, Alfonso V no se arredró ante sus enemigos castellanos.

 La guerra en el Reino de Valencia.

 En enero de 1429 Alfonso de Aragón planeó pasar a la acción contra Castilla. En principio diseñó una incursión militar para captar las voluntades de los enemigos de don Álvaro de Luna. Desde 1425 insistía en su propaganda, con escaso éxito, que acudía en auxilio de su eclipsado primo don Juan para remedio de la justicia y de la cosa pública en Castilla. El 29 de junio de 1429 se declaró la guerra, rompiéndose las hostilidades por el frente de Calatayud. Jorge Sáiz ha subrayado la eficacia de los servicios de intendencia del monarca aragonés, capaces de desplegar importantes contingentes de ballesteros gracias a la consecución de valiosos préstamos. Sin embargo, la brillante campaña inicial se convirtió en una pesada guerra contra Castilla, que condujo al agotamiento aragonés ya en el mes de septiembre.

 Pronto saltaron las hostilidades a tierras valencianas. A mediados de julio de 1429 el adelantado del Reino de Murcia don Alfonso Yáñez Fajardo incursionó por el territorio de Játiva, alarmando a todos los valencianos. El peligro castellano y el agotamiento de las arcas reales aragonesas obligaron a Alfonso V a convocar Cortes de sus Estados en octubre de aquel año. Los representantes valencianos se congregaron en Traiguera y San Mateo. Pese a denunciar que no correspondía al estado del Reino una guerra tan arriesgada, las Cortes de Valencia no pusieron trabas a su rey. Nunca pretendieron como las catalanas reunidas en Tortosa enviar embajadores directamente al rey de Castilla para tratar del fin del conflicto.

 Se temieron grandes ataques por la frontera de la Mancha de Montearagón, y el maestre de Montesa Romeo de Corbera fue nombrado capitán general del Reino. Se aprobó la exacción de las generalidades con vistas a sufragar los gastos de la guerra. Una fuerza de 750 guerreros a caballo y 250 servidores bajo las órdenes del gobernador Pérez de Corella fue aprestada por cuatro meses, pudiendo contar con la cooperación de las huestes concejiles para atacar Murcia y La Mancha. Contingentes de ballesteros se ubicaron en los puntos sensibles de Chiva, Buñol, Caudete y Biar. Por desgracia en el invierno de 1430 el conde de Luna, señor de Alcoy, Seta, Gorga, Travadell, Segorbe y otros lugares del Reino, se alzó contra Alfonso V. Asimismo desde la Gobernación de Orihuela llegaban alarmantes noticias. 

 La apurada situación de Orihuela.

Punta de flecha del Reino, la Gobernación de Orihuela mostró a menudo su entereza ante los zarpazos de los enemigos castellanos y granadinos. Consciente de la necesidad de paz, vital para alentar su riqueza, sus gentes se mostraron dispuestas a alcanzar acuerdos con sus rivales. A mediados de abril de 1427 Orihuela y Murcia suscribieron unas capitulaciones para frenar las incursiones de la Granada nazarí y mejorar la cooperación entre las autoridades cristianas de ambos lados de la frontera. El pleito entre Alfonso V y Juan II dañó estas buenas intenciones y exacerbó la rivalidad entre localidades vecinas.

 Se alzaron los estandartes municipales de guerra, y la todavía villa de Orihuela se aprestó a aplacar las cabalgadas del adelantado de Murcia. La guerra enseñó a los de aquí su cara más desagradable. Se atacaron los términos oriolanos. El cautiverio y la búsqueda de mejores retribuciones en otros frentes mermaron las filas de sus guerreros montados. Agobiada por el peso de los dispendios, la villa pretendió no pagar las generalidades, pidiendo además ayuda económica directa al rey. El quebranto de Orihuela amenazó seriamente la seguridad de toda la Gobernación. El 23 de febrero de 1430 el adelantado en una de sus incursiones envió a Pedro Soto a saquear la Huerta de Alicante. Según Bellot se aprisionó a mucha gente y se robó no escaso ganado. 

 Los preparativos militares de Alicante.

 El contraste entre la importancia reconocida a la plaza alicantina, “clau del Regne”, y su fuerza efectiva era notable. Con unos cuatrocientos vecinos en sus términos, sin contar los de Monforte, todavía se resentía de las dificultades desatadas a lo largo del Trescientos. En 1418 su mensajero Berenguer d´Artés se lamentó ante el rey de su abatimiento y despoblación. La monarquía atendió con irregularidad estas cuitas con vistas a preservar su autoridad en el territorio.

 La cercanía de importantes comunidades mudéjares, a veces cómplices de los incursionadores granadinos, planteó serios problemas de seguridad. En 1423 se requisó a los mudéjares de Crevillente catorce ballestas, treinta y ocho lanzas, treinta y seis dardos, nueve aljabas y más de ochocientos martinetes. Estas armas se depositaron en Alicante, que recibió al mismo tiempo una importante provisión de armas, junto a la responsabilidad de custodiar a peligrosos prisioneros. El castillo recibió treinta pavesas, veinticuatro azagayas, seis lanzas largas, ochocientos cincuenta viratones, cinco ballestas y dos martinetes de cuerda por un valor total de 540 sueldos, y la villa cuarenta y cinco escudos y setecientos cincuenta viratones valorados en 543. La importancia de las armas arrojadizas en la protección de nuestras posiciones queda fuera de toda duda.

 Interior del Castillo de Santa Bárbara

 Estas aportaciones puntuales no consiguieron solventar las principales deficiencias defensivas alicantinas, muy sensibles en relación al castillo. La alcaidía, bajo el régimen de tenencia “a Costum d´Espanya”, recayó en personas como Francesc Vilanova o Francesc de Bellús, que descargaron sus responsabilidades en el “sots-alcaid”, generalmente un miembro de la oligarquía local como Pere Burgunyo o Bernat Bonivern, en ocasiones mal retribuidos y sin los fondos suficientes para afrontar no pocos pagos. A menudo faltaron soldados de guarnición, y la fortaleza estuvo necesitada de no pocos arreglos. En 1428 el “obrer de la vila” Tomás Celer recibió 615 sueldos por reparar las torres del Homenaje y de Cerver de la fortaleza. Esta acción se quedó corta en tiempos de guerra, y el 6 de febrero de 1430 el rey conminó a la bailía a pagar su provisión. Tomás Celer reparó la brecha del albacar por 440 sueldos, cubrió la cuadra de la torre del Cerver por 106 y dispuso una serie de puertas en diferentes torres por 135. En la torre de Sant Jordi dispuso un par de ellas, al igual que en la de la Batalla y la de Cerver, y en la del Canyar dos. Se temía un ataque enemigo contra el albacar de la fortaleza, al estilo del de Jaime II en 1296. El máximo esfuerzo no se centró de todos modos en las obras de reparación, sino en la provisión de armas, víveres y otros menesteres por valor de 1.966 sueldos, el 74% del dispendio total de 1430.
A la altura del ocho de junio ya se había adquirido lo necesario de mercaderes y artesanos de la Corona de Aragón, de la ciudad de Valencia en particular. Se compró al herrero valenciano Antoni Tolrà una bombarda de tres cañones de calibre, capaz de disparar unas cuatrocientas libras o un proyectil de más de 140 kilogramos (una pieza digna de la Guerra de los Cien Años), y otra más modesta bombarda de un cañón que podía lanzar de siete a ocho libras (cerca de 3 kilos). El especiero de Valencia Joan Sala aportó la pólvora a razón de 40 sueldos la arroba. La vocación artillera de nuestro castillo ya se mostraba bien diáfana. Al capítulo del armamento se añadieron dos martinetes, quince corazas guarnecidas con cañamazo y cuatro ballestas de acero de catorce “cairons” o puntas cubiertas con cuero rojo. Entre los víveres se encontraron partidas de queso de Cerdeña, servidas por el comerciante barcelonés Marc de Pertusa, por valor de 33 sueldos, una carga de arroz por 74 sueldos, lentejas por más de 32 (aportadas por el mudéjar de Gandía Abrafim Redona), tres docenas de merluzas por 63, y una cantidad de aceite por 93, lo que da idea de la diversidad y de la calidad de la dieta de los defensores del castillo en comparación con otros combatientes. Complementaron las adquisiciones una arroba de clavo por valor de 33 sueldos, cañamazo por 43 y un molino de sangre valorado en 330.

En Alicante se libró hasta la Guerra de la Independencia una titánica lucha para conseguir unas defensas a la altura de los desafíos. Desde la segunda mitad del siglo XV la expansión comercial posibilitó a las haciendas locales, la municipal y la real, destinar a tal fin valiosas cantidades, por desgracia no siempre suficientes. Sin embargo, la bailía general del Reino tuvo que correr con buena parte de los gastos en 1430 ante el peligro de la fuerte flota castellana. 

La gran armada castellana.

Juan II quiso devolverle la jugada a Alfonso V entrando militarmente en la Corona de Aragón. En diciembre de 1429 se convocaron las cortes castellanas en Medina del Campo para votar los fondos de la campaña de 1430. Bien conscientes del poder naval aragonés, los castellanos armaron junto a las tropas terrestres una destacada flota.

 La Reconquista del siglo XIII puso de manifiesto la vocación marinera de la Corona de Castilla (bien patente en los privilegios otorgados por Alfonso X a Alicante). En el XIV sus armadas se midieron con razonable éxito con las de potencias tan marineras como Aragón, Portugal o Inglaterra, y sus ímpetus no decayeron en el Cuatrocientos. A los inicios de la conquista de las Canarias se sumó la espectacular campaña naval de don Pero Niño (1404-06). En 1408 el almirante Alfonso Enríquez combatió en el Estrecho de Gibraltar contra veintitrés galeras de Túnez y Tremecén al frente de una flota de trece galeras sevillanas, ocho de otra procedencia y seis naos vizcaínas.

 Los castellanos desplegaron su baza marítima, y el 7 de diciembre de 1429 se dieron instrucciones para aprestar la armada contra Aragón. El almirante Fadrique Enríquez, hijo del citado don Alfonso, marchó a Sevilla, entonces puerto fluvial donde se congregaron las distintas unidades navales. A las dieciocho galeras armadas en la propia Sevilla se sumaron las naves de la costa cantábrica, como las seis santanderinas. Bajo Juan II se regularizó la contribución de las lanzas mareantes de Guipúzcoa, Vizcaya, Álava y área de la actual Cantabria, consistente en la aportación por los potentados locales de hombres y embarcaciones (o su equivalente en dinero en concepto de redención). Era frecuente que las naos mercantes se empavesaran y armaran para la guerra, compatibilizando la vocación comercial con el servicio militar al rey, un uso de los países atlánticos que perduró hasta los tiempos de los Austrias.

 Durante los preparativos el almirante dictó las ordenanzas de la armada, que han servido para conocer mejor la organización de las flotas castellanas de la Baja Edad Media. Se establecían los detalles de su singladura (comandada por la galera insignia del almirante), del reparto del botín y del régimen disciplinario, vedándose en teoría los dados, que tantos quebraderos de cabeza produjo en el Alicante de 1402, cuando sus naturales se pelearon con los tripulantes de la armada valenciana por motivos de juego. En julio partió finalmente de Sevilla con dirección a Cartagena la flota, provista con una nave surtida de mil cahíces de harina, mil de trigo y quinientos de cebada. En Murcia Francisco Riquelme recibió dos cargas de moneda para elaborar bizcocho en Murcia, Lorca y Cartagena.

 Los aragoneses conocían estos movimientos, y a inicios de junio ya se había hecho el comentado acopio de armas y víveres en el castillo de Alicante. Además de por cautivos fugados del enemigo, las autoridades de la Gobernación de Orihuela se informaron a través de espías. Los jurados oriolanos comisionaron a Pere García para cercionarse de la marcha de la armada de Cartagena, punto de partida de innumerables expediciones de corso en palabras de Miguel Rodríguez Llopis. Pere Lopes acudió a Guardamar, castigada durante la Guerra de los Dos Pedros, para asegurarse de los efectivos navales castellanos: veinte galeras y treinta naos al final. En estos cómputos no entraron las cuatro carracas y las embarcaciones menores consideradas con razón por Francisco Javier García de Castro. Del potencial de esta armada nos da cumplida idea que en la célebre batalla de Ponza (1435) Alfonso V desplegara contra los genoveses once galeras, catorce naves medianas, seis grandes y la enorme embarcación real “la Magnana”. Un temible choque se presagiaba desde Alicante. 

Continuará

VÍCTOR MANUEL 
GALÁN TENDERO
Fotos: Alicante Vivo

ALICANTE Y LA GUERRA DE LOS INFANTES DE ARAGÓN (1429-30). PARTE 2

$
0
0

Don Fadrique Enríquez se enfrenta don Pero Maça.

 De encumbrado linaje, que se remontaba a Alfonso XI como el de los Trastámara, don Fadrique recibió en 1426 de su padre don Alfonso la dignidad de almirante de Castilla, capaz de proporcionar grandes honores y no menores oportunidades de medro. En la guerra contra Aragón acreditó dotes de organizador y una falta de escrúpulos notoria, digna de los caballeros de su siglo, que convirtieron la guerra en un lucrativo negocio transido de intrigas políticas de todo género. El cronista del reinado de Juan II Fernán Pérez de Guzmán tuvo de él una mala opinión, que no compartió el historiador aragonés del XVI Zurita, distanciado de las pasiones políticas de épocas pasadas. 

Enfrente tuvo al inquieto don Pero Maça, hijo también de otro almirante, procedente de las filas de la nobleza media. El señor de Moixent y Novelda, que anduvo metido en las turbulencias nobiliarias de la Valencia coetánea, rigió la Gobernación de Orihuela durante aquel tiempo, pero sus ausencias por razones militares y políticas provocaron las acres censuras de los oriolanos. En la canícula de 1430 se enfrentaron estos dos comandantes de carácter resoluto y combativo.

 El combate y sus cronistas.

 A la sombra de los vestigios de la evocadora Numancia los reyes de Aragón y Castilla depusieron temporalmente sus diferencias el 25 de julio de 1430 en las treguas de Almajano, entrando en vigor el 10 de agosto para Valencia y Murcia. Deseando atacar las tierras de la Gobernación, el adelantado de Murcia no la hizo pública inmediatamente. Pese a que no podía demorar en exceso su publicación y mantener por mucho tiempo un nutrido contigente de tropas, Elche y Alicante fueron avisados de las intenciones hostiles de los castellanos, especialmente de las del almirante.

 Don Fadrique quiso aprovechar los seis días que le restaban hasta el 10 de agosto para lanzar una verdadera acción pirática, justificada sólo por su afán de lucro y notoriedad. El informado Zurita lo atribuyó a su falta de conocimiento de las treguas, pero el también documentado Bellot lo descartó con rotundidad, coincidiendo con el parecer del cronista Fernán Pérez de Guzmán, que sostuvo que ya el 16 de julio conoció en Cartagena que las treguas se rubricarían el 25.

 El 10 de julio don Pero Maça había conseguido eludir su cautiverio castellano, y pudo atender a las peticiones de auxilio de Alicante. A instancias de su síndico Berenguer d´Artés, Orihuela había mandado en su ayuda cien hombres con algunos caballos pagados por seis días. No satisfecho con ello, el de Maça convocó a toda la hueste municipal oriolana bajo pena de cinco mil florines, encendiendo una vidriosa disputa legal.

 La armada enemiga llegó a las vistas de la entonces ilicitana Torre de l´Aljub, en el área de Santa Pola, en una fecha que Pero Maça en su pequeña crónica fija en el 26 de agosto, pero que sería antes del 10. No olvidemos que los alicantinos emplearon el Cap de l´Aljub como cargador portuario por razones fiscales y prácticas: en 1423 Joan de Mena (quizá ascendiente del famoso sacerdote de San Juan) embarcó allí dieciseis cahíces de cebada con destino a Barcelona, y en 1434 se les prohibió emplearlo. Aunque Bellot y Bendicho no mencionan tal concreto lugar, el registro del Mestre Racional lo confirma al aseverar que la armada castellana, esperada en Guardamar, descargó en Elche.

 Catalogado de simple “brega” por estos registros de documentación fiscal, el austero Bellot nos lo describe con laconismo. El almirante Enríquez ordenó desembarcar parte de sus hombres, pero el gobernador Maça les cercenó el paso con la fuerza de la hueste municipal de Alicante, los cien guerreros de Orihuela y otras compañías bajo su mando. Esta resistencia obligó a los invasores a volver a sus navíos a nado, empeñados más en una acción depredatoria que en una militar más seria. Decepcionado por el resultado, el almirante quiso resarcirse en Ibiza de la bofetada en Alicante, cosechando frutos igualmente pésimos para su ambición.

 El triunfo llenó de orgullo a las gentes de la Gobernación, que transmitieron su satisfacción a los futuros cronistas del siglo XVII, como el sacerdote de Catral Pedro Bellot, tan influyente en nuestro Bendicho. Se exaltó una acción menor. No olvidemos que todavía en aquella centuria aún colearon las rivalidades entre Orihuela y Murcia por las aguas de riego del Cuatrocientos, especialmente cuando una noche un nutrido grupo de murcianos armados tomaron y dañaron la Mota, auténtico valladar del agua de los marjales de donde partía una vital acequia de derivación que regaba más de cinco mil tahúllas de árboles, huertos, viñas y otros frutos. Tampoco hemos de deshechar la pretensión de gloria, tan propia de los caballeros del siglo XV, de don Pero Maça tras las críticas vertidas por su actuación durante la guerra. La exaltación del combate de la Torre de l´Aljub reforzó su influjo en la villa de Alicante y contrapesó las censuras de Orihuela. Al fin y al cabo una victoria tras una guerra adversa, por pírrica que resulte, siempre ha seducido a todos los pueblos, desde la Roma azotada por los galos a los Estados Unidos vencedores en Nueva Orleans, inspiración de su himno patrio. 

 Las represalias contra los castellanos.

 Las relaciones con la Corona de Castilla y sus gentes siempre habían sido muy íntimas en las tierras de más allá de Jijona. Conquistadas del Islam por un juvenil Alfonso el Sabio y separadas del Reino de Murcia tras el acuerdo de Torrellas (1304), los conflictos entre las dos grandes coronas hispánicas no las aniquilaron, ni las desanimaron los pleitos de términos o alrededor del Obispado de Cartagena, señor de derechos como el diezmo del montazgo de las cabañas de ganado que herbajeaban en suelo alicantino. En la Novelda mudéjar de 1379 el derecho del baile también recibía la denominación castellana del merino, y el del gobernador la del adelantado. A ambos lados de la frontera fluyeron los contactos humanos y los negocios hasta tal punto que aquí se verificó bastante bien la complementariedad ecónomica entre Castilla y el Reino de Valencia. Una rica gama de productos agrícolas y artesanales valencianos fluyeron a tierras castellanas a cambio de ganados, lanas y metales amonedados.

 La salida de metales preciosos hacia Aragón alertó a comienzos del siglo XV a Enrique III, padre de Juan II, que adoptó una serie de medidas restrictivas (hoy en día consideradas proteccionistas) nada favorables a los valencianos. En 1406 se prohibió la importación de paños aragoneses. La entronización de Fernando de Trastámara suavizó algunas aristas, pero mantuvo en pie el problema de cuál de las dos Coronas iba a ser la más beneficiada.

 En el puerto de Alicante recalaron no pocos particulares castellanos, pues la cercanía de Cartagena no sólo incitó a la competencia, sino también a la colaboración al calor del corsarismo contra los países musulmanes. En 1424 un leño o pequeño navío cartagenero satisfizo aquí los derechos de cabalgada contra enemigos islámicos. Nuestra villa ya se había convertido en punto de tránsito hacia otros lugares del Reino (caso de la baronía de Cocentaina) de muelas de molino procedentes de Castilla, como la transportada por Pere Eximénez en el mismo 1424. El tráfico mercantil era vital para un Alicante que a comienzos del Cuatrocientos ya había perdido su comunidad de aparceros mudéjares, además de para mantener las rentas del fisco real. Entre el baile real y el concejo local se porfió por el pago de los tributos, ya que la atracción de hombres de negocios iba en detrimento de los ingresos regios ante el consentimiento de fraudes. Así pues, la solícita actitud de algunos alicantinos hacia ciertos comerciantes castellanos no se correspondió con las exigencias fiscales y legales de las autoridades del rey. En 1417 Guillermo Palomar informó al arzobispo de Toledo, hombre de confianza de los infantes de Aragón, sobre la justicia en Alicante.

 La guerra complicó esta situación al recaer sobre los castellanos de paso todo tipo de resquemores. En 1430 Bernat Escuder acusó por once doblas ante el “subrogat” del gobernador Joan Burgunyo (señor de un “balener”) de un castellano, cuya nave estaba surta en nuestro puerto. Sintomáticamente entre 1423 y 1429 no se verificaron en nuestra localidad este género de denuncias. Ahora bien, en Alicante no se alcanzaron durante esta guerra los extremos anticastellanos de Orihuela, que ordenó la ejecución o confiscación en sus términos de bienes por valor de 5.600 sueldos de trece vecinos de Murcia, cinco de Lorca y dos de procedencia castellana no especificada. La villa alicantina no atraía por entonces a una población más estable de carniceros, artesanos, barqueros o viudas del Reino murciano, resultando más del agrado de navegantes cartageneros y cantábricos de tránsito por un puerto cercano al Norte de África y conectado con Ibiza (necesitada de granos con frecuencia), la Ciudad de Mallorca (gran consumidora de “l´oli de ginebre”), Valencia y Barcelona, solicitadoras de toda clase de géneros.

 Las repercusiones en la actividad económica.

 La guerra arruinó la vida de simples particulares atrapados al otro lado de la frontera. Quizá de procedencia valenciana, como no escasas personas de su Reino, el murciano Joan Català padeció la confiscación de sus bienes en Orihuela. De la conflagración sólo arrancaron provechos determinados artesanos y mercaderes gracias a las provisiones militares, y los más afortunados nobles en calidad de caballeros del rey. Eximén Pérez de Corella, agraciado desde 1425 con el almojarifazgo de los mudéjares de Elda, escaló de esta forma posiciones, alcanzando posteriormente el condado de Cocentaina.

 La guerra sobrecargó los compromisos del tesoro regio. La Bailía de nuestra Gobernación se desprendió de 20.059 sueldos en 1426 y en 1430 de 30.207. Por las mismas fechas sus ingresos cayeron de los 25.622 a los 21.615 sueldos. En otras palabras, pasó de tener un superávit anual de 5.563 sueldos a un déficit de 8.592. El trastorno de las actividades económicas mermó las recaudaciones. Las del almojarifazgo de Orihuela, que gravaban las transacciones comerciales exteriores, se desplomaron de los 2.430 sueldos de 1429 a los 269 del siguiente año. Muy afectada por las operaciones militares, su caso presenta paralelismos con el de la fronteriza Biar, cuya tributación del tercio-diezmo se hundió de los 2.196 a los 549 sueldos entre 1429 y 1430. Afortunadamente la guerra no se prolongó en exceso.

 Los ingresos aduaneros de Alicante no acusaron una trayectoria tan dramática. Los 922 sueldos de 1428 se convirtieron en los 611 de 1429, pero en el azaroso 1430 se mantuvieron en la cantidad de 660. En el fondo la guerra no consiguió alterar la evolución mercantil alicantina, tan determinante de cara a nuestra vida comunitaria. Es de sobra conocido que del 7 de agosto de 1427 al 27 de mayo de 1430 se remataron las importantes obras de su lonja. Aunque los niveles de recaudación por diferentes conceptos comerciales de comienzos del siglo XIV no se recuperaron plenamente hasta fines del XV, Alicante ya había experimentado un importante cambio hacia 1430. El descenso iniciado en 1324 alcanzó su punto más bajo en 1388. A las dificultades de la organización de una nueva villa en la frontera de la Cristiandad se añadieron las derivadas de la gran crisis de la Baja Edad Media. Posiblemente las franquicias comerciales tuvieron a la larga un impacto más negativo sobre las rentas reales que la destructiva Guerra de los Dos Pedros, pues Alicante mantenía un activo intercambio con las comunidades mudéjares del Vinalopó, libradas al patrimonio de diferentes señores, como las reinas doña Sibila y doña Violante, que insistieron en favorecer a sus vasallos. Los aparceros musulmanes de la Huerta alicantina quizá se sintieran tentados por acogerse al amparo de tales señoríos, y entre 1399 y 1409 nuestra aljama se consumió. La modestia alicantina contrastaba con la mayor pujanza ilicitana, cuya aduana devengó las notables cantidades de 2.520 sueldos en 1399 y de 3.000 en 1417, fruto de su activa comunidad mudéjar, riqueza natural y ubicación en los caminos del transitado Valle del Vinalopó.

En tales circunstancias los alicantinos hicieron de la necesidad virtud, alentando con el fraude fiscal el corso y el atraque de las pequeñas embarcaciones para cargar higos y pasas. Hoy en día diríamos que la economía sumergida auspiciaba el fortalecimiento de la más visible. En el renovado Mediterráneo del Cuatrocientos, ya bien accesible a los navegantes atlánticos, Alicante pudo tallarse una posición, pasando de la preponderancia del tráfico comercial terrestre con el Vinalopó al marítimo, lo que a medio plazo le ayudaría a gozar de un renacido impulso de su espacio agrícola (una vez fracasada la tentativa de repoblación mudéjar de diciembre de 1430) y fortalecer su vinculación con otros enclaves valencianos, como las Montañas entre Biar y Denia necesitadas de mano de obra esclava al calor de su expansión textil y comercial, seduciendo a linajes caballerescos como el de los contestanos Martínez de Vera, afincados en Alicante a finales del XV.

La Guerra de los Infantes, por ende, aquilató tales novedades alicantinas, pero también demostró la palmaria miseria humana de unos gobernantes prestos a sacrificar los logros de una incipiente recuperación económica en aras de sus ambiciones políticas. No vacilaron en espolear las pasiones entre localidades vecinas, sin atender a sus consecuencias más perjudiciales. Por desgracia es algo que nos resulta de sobra conocido a los españoles de nuestro tiempo. Décadas antes del matrimonio entre Isabel y Fernando, los Trastámara eran más capaces de ensangrentar Hispania con sus disputas familiares que en proporcionarle una añorada era de paz. 

VÍCTOR MANUEL 
GALÁN TENDERO
Fotos: Alicante Vivo

Fuentes.

 ARCHIVO DE LA CORONA DE ARAGÓN.

- Archivo Real. Cancillería, Cartas Reales, Alfonso IV (V), Serie general, nº. 0507, 0682, 0713, 0874 y 215. 
 - Consejo Supremo de Aragón, Legajos 0586, nº. 050. 

ARCHIVO DEL REINO DE VALENCIA. 

- Real Patrimonio. Mestre Racional, Bailía de Orihuela-Alicante, nº. 4551. 

Bibliografía. 

- Bellot, P., Anales de Orihuela. Edición de J. Torres, 2 vols, Murcia, 2001. 
- Bendicho, V., Chrónica de la Muy Ilustre, Noble y Leal Ciudad de Alicante. Edición de Mª. L. Cabanes, 4 vols, Alicante, 1991. 
- Crònica de Pere Maça. Edición de J. Hinojosa, Valencia, 1979. 
- Ferrer, M. T., Les aljames sarraïnes de la governació d´Oriola en el segle XV, Barcelona, 1988. 
- García de Castro, F. J., La marina de guerra en la Corona de Castilla en la Baja Edad Media. Desde sus orígenes hasta el reinado de Enrique IV. Tesis doctoral accesible por internet, Valladolid, 2011. 
- Pérez de Guzmán, F., Crónica del señor rey don Juan, segundo de este nombre en Castilla y en León...Edición de L. Galíndez, Valencia, 1779. 
- Riquer, M. de, Vida i aventures de don Pero Maça, Barcelona, 1984. 
- Rosser, P., La ciudad explicada en su castillo, Alicante, 2012. 
- Ryder, A., Alfonso el Magnánimo. Rey de Aragón, Nápoles y Sicilia (1396-1458), Valencia, 1992. 
- Sáiz, J., Caballeros del rey. Nobleza y guerra en el reinado de Alfonso el Magnánimo, Valencia, 2008. 
- Zurita, J., Anales de la Corona de Aragón. Edición de A. Canellas, 8 vols., Zaragoza, 1976-77. 

Viewing all 340 articles
Browse latest View live